David (Mariano Alameda) es arrestado por la guardia civil de tráfico acusado de conducir su Seat Ibiza GTI en sentido contrario por la autopista A5 ( Madrid-La Coruña) a la altura de Las Rozas, provocando la muerte de uno de sus profesores en el instituto, cuyo Opel Astra se salió de la carretera al intentar esquivarlo. En condiciones normales, David habría olvidado el incidente en un mes, como suele suceder con los miles de jóvenes que son sorprendidos todos los años conduciendo inocentemente sus coches deportivos en sentido contrario por las carreteras de acceso a Madrid. Ya se sabe, un niñato de su clase y condición NO PUEDE IR al trullo... Pero el destino de David esconde el más negro infortunio: la sangre de su profesor clama justicia desde el averno y sorprendentemente va a encontrar su ángel vengador. Éste no es otro que el malvado juez Guillermo Bascoechea Irazagoiti (León Flores, José), de Bilbao para más señas, titular del juzgado de instrucción número cinco de Las Rozas, que años atrás estuvo implicado en un turbio negocio de compraventa de caballos andaluces con el padre de David (Pedro Piqueras). Al parecer, el juez Bascoechea no salió muy bien parado del trato, y desde entonces su pequeño cerebro de mal perdedor en el arte de la estafa no paró de acumular rencor y resentimiento contra la familia de nuestro alocado púber. Cuando la alegre travesura de nuestro protagonista llega a sus manos, el viperino magistrado ve llegada la hora de liberar sus bajas pasiones y decreta prisión incondicional para el joven David, que en absoluto había asumido la idea de verse obligado a convivir con camellos, inmigrantes y ladrones de ciclomotores, por más que él estuviese acusado de un delito muchísimo más grave. En un primer momento David se viene abajo ante la idea de decir adiós a su novia, a sus padres que tanto le quieren, a su Seat Ibiza GTI, a su piscina olímpica y a su bañera circular con hidromasaje donde ella y él pasaban horas mandándose mensajes por el móvil y jugando a más cosas. Todo aquello ya no volvería en muchos años, décadas quizá; no mientras el purulento jurista vascongado pudiese evitarlo desde su parcela de poder en el tribunal de Las Rozas. Pero, ayudado por sus amigos, David se rehace y se jura a sí mismo que no permitirá que la dureza de la vida carcelaria merme su entereza. Una vez en prisión, David recibe una inesperada pero gran noticia; con el patrocinio de Mango, Leche Pascual y Movistar Activa Joven, su novia Carmen (Carmen Morales) se dispone a ingresar en prisión para acompañarle en su infortunio y ayudarle a mantenerse firme ante la adversidad. Una vez juntos, David y Carmen luchan día tras día por mantener la banalidad de sus vidas anteriores en un contexto tan desconocido como salvaje, donde las malas condiciones higiénicas y las preguntas trascendentes sobre la condición humana conspiran juntas para amenazar constantemente la integridad de sus calmos e impolutos cerebros juveniles. En su contra tienen asimismo nada menos que a Pilar Huesca, secretaria de estado de instituciones penitenciarias (Laguillo de Castro, Margarita), figura política en ascenso que aspira a convertirse en ministra del Interior cuando Mayor Oreja sea presidente.

 

Pilar Huesca es aficionada a torturar personalmente a detenidos en sus visitas a las prisiones para que no quepa duda de que está dispuesta a cumplir su compromiso de llegar hasta el final en la lucha contra el crimen. En el primer episodio, la funcionaria flagela a David confundiéndolo con un vendedor ambulante tunecino; de este incidente nace entre ambos un resquemor insuperable que en vano intenta Carmen suavizar. Por si fuera poco, cada vez que surge un conflicto con el resto de los internos David y Carmen se las han de ver con el trabajador social de la prisión (Jean Claude Van Damme), que gusta de poner paz a su peculiar y expeditivo modo y manera y sin preocuparse de las consecuencias. Entre una cosa y otra, nuestros dos atractivos y sonrosados protagonistas pasan en la enfermería de la prisión más tiempo que en sus celdas. Menos mal que no están solos en la vida: mientras el padre de David, usando de sus contactos al más alto nivel, remueve cielo y tierra para sacarles del trullo, un simpático psicoanalista (Manolo Escobar) les enseña a utilizar el cante flamenco para resolver sus conflictos interiores. Y cerca del ominoso juez Bascoechea nuestros dos héroes cuentan con una aliada que sin siquiera conocerlos arriesgará su reputación para ayudarles a volver con sus seres queridos. Esta valiente mujer (Ana Obregón) se llama María y ejerce de ayudante de secretaria de juzgado en prácticas; anonadada ante el grave quebranto social que supone que unos muchachos de clase alta se vean entre rejas por culpa de un juez demagogo, María resuelve utilizar todos los medios a su alcance para detener al retorcido justiciero bilbaíno y así devolver las cosas a su orden natural y eterno.
Estas son las premisas de AL SALIR DEL TRULLO, el psicodrama adolescente que España estaba esperando.



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