José Mari, completamente metido en su papel, visualiza los fallos de su película en la sala de montaje
ESTRENOS
El presidente del gobierno, fiel a sí mismo en su primer largometraje como director
COMO UNA PATATA CRUDA
Hemos de reconocerlo; a veces los críticos cinematográficos no podemos olvidar nuestros prejuicios. Por más que tratemos de hacer nuestro trabajo lo mejor posible, de no dejarnos influir,de no dejarnos llevar, de ser fríos como espías, de analizar punto por punto lo que queda impreso en el celuloide apartándolo de su contexto como un entomólogo aparta la pata de un ciempiés del cuerpo al que perteneció, a veces nos es imposible. Admitirá el lector que es muy difícil entrar con el mismo ánimo a ver a Von Trier que a Schwarzenegger, que no siente uno lo mismo ante la inminencia del comienzo de "Tierra y Libertad" de Ken Loach que ante los anuncios que se apiñan en los minutos previos a "Centro" de José María Aznar. Pues a pesar de la tenaz censura previa ejercida por la caterva de medios de comunicación afines al gobierno, pocos son los españoles que no han tenido conocimiento de la agria polémica provocada por la decisión de Aznar de firmar su película con el seudónimo de Luis Buñuel y el guión con el de José Saramago, amén de disfrazar su decisión de adjudicarse a sí mismo los tres papeles protagonistas (de hombre, mujer y adolescente) bautizándose con los sobrenombres de "Harrison Ford", "Penélope Cruz" y "Mariano Alameda". Difícilmente podremos los espectadores conscientes olvidar las palabras del ministro portavoz del gobierno, Pío Cabanillas (a propósito, si de verdad la película ha sido financiada íntegramente por empresas privadas, ¿qué coño hace un señor ministro presentándola?) en el sentido de que "Luis Buñuel es un aragonés universal cuya obra ha dejado de depender de filiaciones y simpatías políticas para convertirse en patrimonio de los españoles todos sea cual sea su ideología. Sus fans, a los que el gobierno profesa un profundo respeto, deberían sentirse honrados de que el presidente del gobierno de España escoja su nombre entre otros muchos para firmar su primera incursión en el terreno de la cinematografía". Ahí queda eso. Claro que esta hazaña fue superada por la de amenazar a José Saramago con privarle del permiso de residencia en España si no aceptaba asociar el su nombre a la ya famosa cinta. Amparado por el tratado de la Unión Europea, el escritor portugués se negó en redondo, pero eso no fue óbice para que Aznar lo suplantara igualmente. Qué le vamos a hacer; desde que consiguió que se licitara la primera fase del metro de Quintanilla de Onésimo y fue propuesto para el premio Cervantes por las poesías escritas en su cuaderno azul (que por cierto no se ha atrevido a publicar), este hombre está que se sale, más crecido que el Amazonas en la estación de lluvias; sólo él mismo puede ponerse los límites, y la verdad es que Aznar no parece el tipo de persona que sabe cuándo detenerse. Con este panorama, es casi seguro que se nos llevará por delante
De modo que aquí tenemos a José Mari, director de cine novel, con nada menos que 66.570 millones de pesetas de presupuesto a su disposición; la filmografía completa de Buñuel no debió de costar ni la décima parte. Pero no sólo Buñuel; tampoco Woody Allen ha tenido nunca acceso a semejantes caudales. Ni Ingmar Bergman. Ni Fellini. Ni Kubrick. Ni siquiera Steven Spielberg. Para dar una idea cabal del asunto diremos que "Centro" ha multiplicado por tres el coste de "Titanic", que hasta ahora era el filme más oneroso de la historia. Quien quiera que haya pagado este desmadre (por llamarlo de alguna manera) debe de tener mucha confianza en el presidente del gobierno, ¿o será al revés? No puede ser de otra forma cuando, usando de un procedimiento del todo inhabitual en este país y en cualquier país, la productora de "Centro" ha alquilado 3.400 salas para estrenarla por todo lo alto. ¿Y todo esto para qué? Diez millones de consumidores, como se dice ahora, no pueden estar equivocados, pero a nosotros la verdad nos obliga a contradecirles: todo esto para nada. Mal que les pese a los imberbes afiliados a Nuevas Generaciones y a las señoras de prominente joyería que una hora antes del comienzo de la proyección de "Centro" hacían cola para ser los primeros en admirar en pantalla grande los pelillos de ese bigote que ya ha entrado por méritos propios en la historia de Europa, "Centro" es una puta mierda. Pueden irritarse, pueden ofenderse o pueden intentar estrangularme valiéndose de sus bufandas rojigualdas con signos obscenos, que no cesaré de repetirlo y de hecho lo voy a repetir ahora una vez más, para quedarme a gusto: "CENTRO" ES UNA PUTA MIERDA.
Profundizaré más en el tema: "Centro" no es sino una mala copia de cualquier teleserie española para consumo de masas, una suerte de versión larga de "Funcionarios" o "Al salir del trullo", bastante más burda y desde luego mucho menos imaginativa. La definición que de ella hizo el ministro Cabanillas en su histórica rueda de prensa (""Centro" es una tierna película familiar con elementos de comedia y drama") pasará a la historia por su exactitud; a partir de ese momento ya supimos que Buñuel nunca hubiera perpetrado nada que ni remotamente se pareciera a esta masa informe. Es más, de llegar a estar vivo para ver el estreno de "Centro" (los productores, ignorantes de que el autor de "Viridiana" había fallecido en 1983, le invitaron a la presentación oficial del filme), es casi seguro que el genial director mexicano-francés hubiera acudido a la cita con los bolsillos llenos de piedras para lanzárselas a los profanadores de su buen nombre como se las lanzó a los detractores de su "Perro andaluz". Pues ya es jeta de amianto utilizar el nombre de un surrealista para defender el siguiente argumento: Corrales, un hombre sencillo (suponemos que esto quiere decir sencillamente imbécil) que estudia en los jesuitas de Logroño, pierde en su adolescencia a su mejor amigo cuando éste se pasa a las hordas marxistas para convertirse en cura obrero. La ruptura con su compañero de fatigas, de la mano de quien se disponía a ingresar en el seminario diocesano de Burgos, es traumática para Corrales, pero éste, armado de la frase "la vida es como un saco de patatas crudas, algunas están podridas y otras no", se sobrepone a esta dificultad con tanto éxito que al final se casa, concibe tres preciosos niños, gana una medalla de oro de tiro con arco en los juegos olímpicos de Atlanta, conoce a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher, es nombrado alcalde de Logroño y logra reunir una gran fortuna con una empresa subcontratada por el ayuntamiento para ayudar a las ancianitas a cruzar la calle. Pero la mano asesina de ETA acabará poniendo el punto y final a esta historia de éxito; el encargado de disparar las balas que llevarán a Corrales a la diestra de dios no es otro que su amigo de juventud, que del marxismo cristiano ha saltado al separatismo vasco y así sucesivamente. ¿Le suena a alguien de algo esta historia? Su clara inspiración en varios guiones anteriores (y no precisamente los de "La edad de oro" o "El ángel exterminador") nos hace dudar de si realmente surgió de la imaginación (es un decir) de la luz que nunca se apaga en la Moncloa o por el contrario es obra del eterno equipo de guionistas anónimos en desmelenada tormenta de cerebros. En cualquier caso, un guión como éste, obviamente escrito pensando en el mínimo común denominador de una audiencia que además de votar, faltaría más, al PP escuche a Bertín Osborne, es una invitación a los cinéfilos de pro para que en nombre del buen hacer fílmico bloqueemos las entradas de todos los cines que proyecten "Centro" y no nos movamos de allí a menos que vengan unidades aerotransportadas del ejército a desalojarnos. No me explico cómo a estas alturas no se ha plantado ya Saramago en el palacio de la Moncloa para correr a culatazos a su inquilino como merecidamente hizo Serguei Kostakovich con el cantaor murciano de ominoso nombre.
Y si asombroso es lo que respecta al guión, no lo es menos lo relacionado con la dirección, interpretación, música, etc. (se salvan la fotografía, los efectos especiales y de más aspectos técnicos, que esas cosas, cuando hay dinero ). Aznar haciendo de Corrales es todavía creíble, pues no es otra cosa que Aznar haciendo de sí mismo, aunque incluso eso lo hace mal, pero Aznar interpretando a la esposa e hijo de Corrales es algo que pertenece ya a los sueños, a la antimateria o a cualesquiera otros reinos de la percepción alternativa; aún así, merece la pena ver que el presidente del gobierno ha tenido el detalle de afeitarse su bigote-imagen de marca para enfrentar el papel de la señora de Corrales (algo es algo). Y qué decir ya de la decisión aznaril de doblar las voces de TODOS los personajes; tras casi tres horas de escuchar la voz nasal más reconocible allende los Pirineos viniendo de 86.438 sitios distintos, uno sale del cine creyendo que Aznar vive en cada uno de los transeúntes con los que se cruza, lo cual en muchos casos es verdad. Pero no nos engañemos: "Centro" no es tan mala como para hacernos reír; es peor que eso, en ella lo que debiera provocar hilaridad provoca llanto, y lo que debiera provocar llanto provoca irritación. De forma que nadie se vaya a creer que se puede ir a verla para cachondearse vilmente de ella y de su director y protagonista y así pasar un buen rato; quienes así piensen quedarán pero que muy decepcionados. Dicho de otro modo: a "Centro" no hay por donde cogerla, salvo como hemos dicho antes: como un virólogo coge una muestra del virus del sida para examinarla en su laboratorio.
En resumen, vivir para ver; uno siempre pensó que las patatas crudas podían valer unas cinco o seis pesetas como mucho y ahora resulta que se han puesto en los 66.570 millones y todavía se venden. España se vuelve cada día más incomprensible; parece que lo mejor será quedarse aún en Letonia un tiempecillo, por si las moscas
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