Capítulo II. Los experimentos, con gaseosa.

Como bien dijo Garcés en su primer día de mili en la base de Cerromuriano, Juanita Reina no hay más que una. Es por eso que el Teatro de la Latina se rinde esta noche, otra noche más, a los cantes inmortales de la eterna tonadillera, que hoy, más guapa que nunca, irradia tronío y raza ibérica como no se veía desde la Piquer. Y José Antonio Linares (José Luis López Vázquez) y su católica esposa María Dolores (Concha Velasco) están entre los privilegiados que han sido dignos de pagar las exorbitantes 50 pesetas que cuesta la entrada; ellos, profundos conocedores de la música popular de nuestra nación, hubieran sido en condiciones normales los primeros en apreciar la delicada textura de arena de coso taurino que Juanita Reina, inmensa sobre el escenario como una fuerza de la naturaleza, sabe dar a cada copla que interpreta. Pero Linares y su esposa ni siquiera son felices; lo inconmensurable del arte de Juanita Reina no consigue hacerles olvidar sus problemas conyugales, originados por la torpeza de la señora Linares al comentar ante su marido lo iluminadores que habían sido para su fe religiosa los escritos del célebre biblista Castillo García, M.(que se interpreta a sí mismo en este episodio).El fogoso temperamento de José Antonio Linares, marido y padre español, le impide excusar que su esposa haya dedicado elogios públicos a otro hombre por muy célebre biblista que sea. En consecuencia, Linares y su esposa disfrutan del recital por separado; al terminar la función, Linares se dirigirá una vez más a la reputada casa de lenocinio de la calle Cuenca con el fin de mitigar sus impulsos varoniles ibéricos.


En la oficina del DNI de Cuatro Caminos, por el contrario, el ambiente es de animado guateque. Todos los funcionarios que allí trabajan están celebrando que la comisaría haya sido elegida para un programa piloto de prueba del nuevo DNI, que ya no será una tarjeta; a partir de ahora, el carné de identidad será marcado en la piel de los ciudadanos con un hierro al rojo para dificultar las falsificaciones. Doña Jacinta, la fiel secretaria del departamento (Lina Morgan) ha preparado una tarta y unos dulces de las monjas que están haciendo relamerse hasta al tampón de sellar de Linares, "María de la O", que por una vez ha olvidado sus múltiples crisis depresivas para unirse al jolgorio general. No es para menos; además de todo lo anterior, el primer ciudadano llamado por sorteo a tatuarse el nuevo DNI ha resultado ser Castillo García, M., célebre biblista y escritor, ocupante del sillón ñ acentuada de la Real Academia Española, a cuya pluma debemos obras como "Tu macabra onomástica", "La colmena", "Guerra y paz", "El exorcista" y el conmovedor poema épico "Carta a un engendro". Sólo algunos rumores acerca de la existencia de una red de talleres clandestinos donde se tatúan carnés falsos a inmigrantes ilegales enturbian el júbilo de estos diligentes servidores del estado, siempre dispuestos a celebrar cada ruptura de la monotonía como si fuera la última.


Muy a su pesar, Linares no puede unirse a la jarana de sus compañeros; incapaz de hacer nada por resolver sus problemas de comunicación matrimonial, el probo funcionario contempla con desazón cómo su queridísima y muy católica esposa se aleja cada día más y más de él. Linares, tan sobrado de ardor guerrero español como carente de penetración psicológica, escoge el camino equivocado para arreglar sus diferencias con su mujer, consiguiendo únicamente empeorar aún más las cosas; al poco tiempo, la señora Linares abandona el domicilio conyugal para enrolarse como cobaya humana en el famoso "experimento F ". El "experimento F " debe su nombre al doctor F (Andrés Pajares), denominación comercial de un biólogo yugoslavo exilado en España después de la guerra que se hizo famoso en nuestro país por ser el cerebro detrás del "aceite F", un revolucionario reconstituyente a base de hígado de pez globo que aún hoy sigue siendo el producto más vendido en nuestro país después del pan.

El doctor F quiere aprovechar el prestigio ganado con el " aceite F" para llevar a cabo su proyecto más ambicioso; probar que el óvulo de una hembra de homo sapiens puede ser fecundado con agua enriquecida con elementos de la "sopa primigenia" y arrojada sobre el cabello de la mujer en ciertas condiciones de insolación, temperatura y humedad. Al tratarse de una forma rápida y barata de procrear sin fornicio, el doctor F ha recibido cuantiosos fondos del gobierno español para su experimento, y sus conejillos de indias disfrutarán de sustanciales prebendas; la señora Linares, por ejemplo, recibirá 16.000 pesetas en metálico, un chalé en la Moraleja, un automóvil, un isocarro y el equivalente al grado de alférez en el ejército, dádivas que le permitirán no tener que volver con su marido si no lo considera oportuno. Esta a priori inmoral política de regalar independencia a mujeres casadas tiene sin embargo sus razones; si el experimento tiene éxito, EL GOBIERNO PROHIBIRÁ EL COITO en todo el territorio nacional, y de una vez por todas España se convertirá en la reserva espiritual de Occidente y en el semillero de los hombres de Cristo, signifique eso lo que signifique.


Maldiciendo que la investigación científica haya brindado a su mujer insospechadas perspectivas de emancipación, Linares , incapaz de enfrentarse a la soledad y al hecho de no llevar los pantalones (y el cinturón, llegado el caso) en el domicilio conyugal, se muestra cada vez más taciturno y sombrío; las noticias que últimamente llegan de la oficina no contribuyen en absoluto a mejorar su estado de ánimo. Pues a la alegría anterior ha sustituido un pesimismo plomizo, toda vez que las circunstancias han cambiado radicalmente. Por una parte, el célebre biblista Castillo García, M. ha tomado como una afrenta el haber sido elegido para inaugurar el nuevo DNI marcado al rojo, que él define como "macabro". Convencido de que se trata de un complot de sus enemigos en la Academia, el ínclito poeta la toma con Linares, a quien supone implicado al tratarse del jefe del equipo encargado de expedir su DNI. El célebre biblista reta a Linares a un duelo que tendrá la forma de unas justas poéticas, torneo de rancia tradición castellana en el que dos juglares acuden con las más excelsas y acabadas muestras de su lírica; gana aquél que más y mejor impresione a las damas presentes. Castillo García, M. adelanta que se presentará al combate nada menos que con el inmortal poema épico "Carta a un engendro", lo que aboca a Linares a una derrota casi segura, pues de ninguna manera él, un funcionario de casta español cuyas letras no pasan del "Marca", va a ser capaz de componer unos versos que superen al sublime canto elegiaco del célebre biblista.


Por otra parte, como los funcionarios de investigaciones están muy ocupados en infiltrarse en los grupos anarquistas de la ciudad para conseguir que atenten contra el jefe del Estado y así tener un pretexto para limpiar Madrid de ácratas, es a los funcionarios de documentación a quienes les toca hacerse cargo de las pesquisas sobre el sórdido asunto de los DNI falsos a extranjeros, que en pocos días se ha hinchado como una bola de nieve que amenaza con arrasar la comisaría de Cuatro Caminos. Concretamente, va a ser Linares el que dirija las averiguaciones sobre esta compleja trama con ramificaciones en lugares tan lejanos como Tánger, Gibraltar y Vila Real de Santo Antonio. Como veremos después, estas diligencias no le van a reportar nada bueno desde el punto de vista personal.


Mientras tanto, el gobierno se ha metido en un callejón sin salida al no calibrar las posibles consecuencias teológicas del experimento F ; enterada de los planes del gobierno para prohibir la penetración vaginal, la iglesia católica monta en cólera y amenaza con excomulgar al ejecutivo en pleno si las investigaciones no son canceladas de inmediato. La sociedad española se divide en dos bandos irreconciliables a favor y en contra del proyecto gubernamental; el paladín del movimiento opositor no es otro que el célebre biblista Castillo García,M., que incluso ha abandonado la redacción de su última novela, "Ulises de James Joyce", para dedicarse por entero a echar abajo el experimento F. La controversia teológica que ha provocado tan grave fractura social es sencilla: según Castillo García, M. el gobierno está cuestionando el dogma de la virginidad de María y suplantando al espíritu santo al pretender que haya nuevas madres vírgenes. Si el experimento F tiene éxito, la Inmaculada Concepción dejará de ser un milagro, planteándose incluso la hipótesis de que Jesucristo pudiera haber nacido sin intervención divina; entonces, todo el edificio dogmático que sustenta a la cristiandad se vendría abajo. Frente a esto el gobierno arguye que el éxito del experimento F y la subsiguiente prohibición de la cópula permitirá que las mujeres eleven su nivel moral y sean por fin dignas de la Virgen como los hombres lo son de Jesucristo.

 

Estas razones no convencen en absoluto a Castillo García, M, que, hablando ante 200.000 personas concentradas en la plaza de Oriente contra el "experimento F", llama al gobierno "patético" y dice que las mujeres que participan en el experimento como cobayas humanas son "inconclusos seres". Tan poco informadas palabras hunden en el más profundo dolor a la señora Linares; viéndose así vilipendiada por su director espiritual y repudiada por media España, esta devota mujer empieza a darse cuenta de lo equivocada que estaba al huir del entrañable calor de su domicilio conyugal en busca de sí misma. Después de mucho LEER Y RECAPACITAR sobre lo ocurrido, María Dolores Macías, señora de Linares, comprende que el sentido de su vida es y será siempre servir a José Antonio Linares como fiel esposa y madre. No sabe cuán pronto va a tener ocasión de demostrar esta fidelidad.

 


La madre de dios en persona, profundamente impresionada por la elocuencia de Castillo García, M. en su discurso sobre las posibles consecuencias teológicas de la prohibición del coito.

 

Es ahora cuando Linares más necesita un oído atento; otro sólido pilar de su vida está a punto de resquebrajarse. En el curso de las investigaciones sobre el sórdido asunto de los DNI falsos ha sido detenido un peligroso delincuente internacional (José Sazatornil), para más señas marroquí y también moro, extranjero y no español. Interrogado sobre la identidad de sus colaboradores en esta sucia trama, el renegrido magrebí da el nombre de Garcés (Alfredo Landa), el querido compañero de fatigas oficinescas y partidas de mus de Linares. Éste, irritado por tan insultante declaración, procede a someter al reo a un interrogatorio exhaustivo y respetuoso con los derechos humanos, con la presencia de un odontólogo titulado (Paco Gandía) y un psicoanalista (Manolo Escobar) como marca la ley; para consternación de Linares, el sospechoso no retira su confesión hasta la pieza dental número 31. Como meticuloso funcionario que es, Linares no puede olvidar las normas policiales en cuanto a interrogatorios exhaustivos y respetuosos con los derechos humanos: si en uno de esos interrogatorios un acusado resiste más allá de la pieza dental número 26, existe una probabilidad más que razonable de que su declaración sea verdadera.

No pudiendo quitarse esto de la cabeza, Linares suelta al musulmán, que ya no podrá volver a comer cordero en su vida, y corre con el alma en vilo a casa de Garcés. Allí su amigo del alma le confiesa entre lágrimas que efectivamente era parte fundamental del oscuro tinglado de falsificaciones; de hecho fue él, Garcés, tan funcionario del DNI como el que más, el que robó en la comisaría de Cuatro Caminos los hierros candentes reglamentarios, sin los cuales ninguna falsificación hubiera sido posible. Cuando Linares, al borde del llanto él mismo, le pregunta POR QUÉ, Garcés responde que lo hizo obligado por sus deudas de juego y bebida y para dar a sus hijos un futuro mejor, pero que se arrepiente profundamente de su innoble acto y se ha inscrito ya en un curso parroquial con el fin de curar su ludopatía. Sintiendo un desprecio infinito hacia sí mismo por su deplorable comportamiento, Garcés agradece desde lo más hondo de su corazón a Dios Todopoderoso el haberle concedido una esposa obediente que le haga compañía en estos duros momentos, y pide a Linares que su amistad sin contrapartida, de la que no es merecedor, le ayude a emerger victorioso de su lucha contra las tentaciones mundanas. Linares, emocionado, así se lo promete; aunque una inmensa amargura lo domina al abandonar el domicilio de su amigo, en lo más profundo de su ser conserva la convicción de que todo acabará por arreglarse.

Para calmar la desazón que aún así le embarga, Linares se persona en la comisaría más cercana y denuncia al maleante rifeño al que antes interrogó, acusándolo de ser un cenetista que planea atentar contra el jefe del Estado; después de hacer esto se queda efectivamente mucho más tranquilo. Así, confiado en el futuro como un español de pro, llega Linares a su domicilio, donde le espera una agradable sorpresa: su católica esposa María Dolores ha vuelto al hogar. El experimento F, por cierto, ha resultado tal fiasco que el doctor F. ha salido disparado a coger el primer avión para Sudamérica sin que los 40 guardias civiles que andaban tras su pista hayan podido evitarlo. Eliminado su único posible medio de vida, la señora Linares sólo tenía dos opciones: buscarse la vida en la calle o volver al domicilio conyugal, y ya estaba decidida a escoger esta última incluso antes de que el experimento F fuera cancelado. La señora Linares pide perdón de rodillas a su marido y le promete solemnemente que nunca volverá a hablar bien de otro hombre en su presencia. Linares acepta las disculpas de su esposa y juntos se disponen a iniciar una nueva etapa en su matrimonio, en la que lo que Dios ha unido el hombre no lo separe. Sin embargo, el esforzado funcionario José Antonio Linares tampoco dormirá tranquilo esa noche; encima de su mesilla tiene la nota autografiada por Castillo García, M. que le recuerda que al día siguiente tiene la obligación de medirse a él en solemnes justas poéticas. Linares, efectivamente, no pega ojo hasta las seis de la mañana. No es para menos; el célebre biblista ha exigido que, si gana el duelo, la señora de Linares ingrese en un convento de clausura.

Llegado el gran día, Linares ha de ser trasladado en silla de ruedas hasta el lugar fijado para el duelo verbal; su nerviosismo le impide ponerse en pie, pero como funcionario de casta español que sigue siendo se enfrenta al combate a cara descubierta y con el valor que se le supone a un torero en la plaza. A la sazón, Linares lleva en su bolsillo un poema romántico titulado "Pa mi mujer" que escribió en sus días de separación al darse cuenta de cuánto la echaba de menos; con este poema, escrito en una hoja arrancada de un cuaderno de caligrafía, concurrirá Linares al a priori desigual duelo. En el lugar señalado espera ya Castillo García, M. con todo su séquito: la Real Academia en pleno, Camilo José Cela, el director del "Abc" y 50.000 de los 200.000 manifestantes que reunió contra el experimento F. Linares también trae a sus acólitos: su esposa, que va de su mano y también en silla de ruedas para no ser menos que él, sus compañeros de oficina, su tampón de sellar "María de la O" y unas cuantas estrellas de la canción española que por allí pasaban.

En este tumultuoso marco dan comienzo las solemnes justas: Castillo García, M. toma la palabra, vestido de época y sosteniendo un ejemplar de su "Carta a un engendro" en auténtico pergamino del siglo XII. El célebre biblista recita su poema épico con una precisión que no es de este mundo; su glotis parece contener la medida exacta de cada sílaba, de cada acento y de cada fonema. 25.000 personas lloran a lágrima viva cuando el famoso vate declama aquello de "Será tu D.N.I. macabro, que el tiempo se encargará de llevar al olvido" y pone así el punto y final a una actuación portentosa.

¿Cómo podrá Linares igualar eso? Es la pregunta que todos se hacen cuando un Rolls-Royce negro dobla arrogante la esquina y se detiene en la plaza, atrayendo hacia sí todas las miradas; un mayordomo a la antigua usanza, con bombín y librea, abre la puerta de atrás del vehículo y quién aparece sino Juanita Reina, deslumbrante, poderosa, invencible con su mantilla y su bata de cola de lunares blancos y negros. Ante el asombro general, la tonadillera avanza hacia la silla de ruedas en la que Linares descansa y recibe de él la hoja de cuaderno de caligrafía en la que éste ha escrito su poema, tras lo cual se dirige a los presentes junto a su cuadro flamenco y les regala una majestuosa versión coplera de "Pa mi mujer"; el público asistente escucha atónito como Juanita Reina cabalga sobre su incomparable chorro de voz colocando cada nota en el lugar en que Dios mismo la puso cuando creó el universo; más de uno piensa que esa es la música que debe estar escuchando Joselito el Gallo arriba en los cielos. Anonadadas ante ambas demostraciones de poderío, las damas presentes se enfrentan a una decisión sin duda difícil; al cabo de tres horas y media se anuncia que el resultado del duelo es EMPATE. Todos los presentes suspiran aliviados y se abrazan como buenos camaradas; especialmente emotiva es la felicitación mutua que se dedican Linares y Gómez. J.A. y Castillo García, M. por haber evitado que uno de los dos sufriera una derrota necesariamente traumática. Castillo García, M. promete a Linares que se pasará por la comisaría de Cuatro Caminos a renovar el D.N.I. (normal, por supuesto) y ya allí quedar para salir juntos al campo con sus respectivas familias un fin de semana. Esa noche hay fiesta en Cuatro Caminos hasta la una de la madrugada; el disco de Juanita Reina es colocado en el fonógrafo hasta 56 veces, y Linares consigue por fin que su tampón de sellar baile por sevillanas. Tras esta larga noche, Linares y su mujer abordan un taxi dispuestos a volver a vivir su felicidad conyugal de los primeros años, cuando el método Ogino parecía efectivo para impedir la fecundación del óvulo. ¿Lo conseguirán? El matrimonio es un largo y duro camino, pero en España lo que la Iglesia une… no lo separa ni Dios.







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