CAMELA Y LA ROYAL PHILHARMONIC ORCHESTRA: 

REVOLUCION.ORG

 

Volumen recomendado: Imponente; de no escucharse de manera rotunda e inequívoca, el cerebro lo descartará por creer que se trata de una alucinación.

Momento propicio: En realidad, ninguno.

 

Mucha nos tememos que sea la estupefacción de nuestros lectores en conociendo que ha acaecido el triste evento de la salida al mercado de un nuevo disco de Camela; aún mayor nos olemos que será la confusión de los que se arman de paciencia para aguantarnos al leer que El Engendro, la revista de bolsillo que por costumbre les orienta en el proceloso mundo de la música enterrada e ignota, se descuelga con una reseña de un CD de Camela, sí, de Camela. Somos conscientes de que nos jugamos el prestigio de nuestras páginas redactando esta crítica; estamos advertidos del pantanoso terreno que pisamos y del oscuro destino que nos espera si este texto no es asimilado convenientemente: podemos ver ya a hordas de antiguos lectores persiguiéndonos para corrernos a collejas durante seis kilómetros usando el Engendro 192-Paginil como elemento golpeador de nuca. Sabemos asimismo que en esa hora fatídica muchos que jamás han leído El Engendro, pues su difusión jamás superó los trescientos ejemplares, se fingirán suscriptores decepcionados sólo por la diversión sádica de unirse al collejeo colectivo. Mas, adalides como hemos sido siempre del riesgo mecanografiado, no podíamos dejar pasar la oportunidad de hacer constar nuestro parecer sobre uno de los más inverosímiles cambios de dirección musical jamás registrados en el mundillo de la rumba de gasolinera; el potencial humorístico de dicho estilo y de sus factótums y propagandistas es tal que El Engendro no puede ignorarlo so pena de acabar como una revista deshidratada.

Aunque es posible que, de no haber dado Camela el giro copernicano que motiva este artículo, jamás les hubiéramos prestado atención; como debe de ser ya de todos sabido, los eternos preadolescentes netamente cañís (alguno ya con la treintena cumplida) que forman el trío Camela han decidido salir por primera vez del ámbito territorial del idioma castellano y viajar al Reino Unido para registrar un álbum contando con los mercenarios servicios de la Royal Philharmonic Orchestra, ya que cuando se venden un millón de discos por lanzamiento pocas cosas hay que no pueda comprar el dinero. O tal vez la susodicha orquesta fue mal informada y creyó que iba a grabar un disco con uno de los puntales de la música étnica española; ya debieron maliciarse que algo fallaba cuando tuvieron que dejar los chaqués a un lado y vestirse con prendas típicas de discoteca de pueblo (española) para la grabación, a lo que siguió la renuncia a los instrumentos con los que habitualmente se ganan el pan, sustituidos arbitrariamente por teclados PT-1. Para terminar de humillar a los intérpretes, se les forzó a llevar puestas máscaras de robot durante todo el proceso de registro del álbum; redondeando el insulto, dichas máscaras llevaban adherido un bigote como el de José Luis López Vázquez, el joven y apuesto protagonista de la serie “Funcionarios”. No está clara la cantidad de dinero que se ha abonado a las eminencias de la música clásica que sientan cátedra en la Royal Philharmonic Orchestra, pero se rumorea que la editora de Camela les ha recompensado con participaciones en lucrativos negocios sobre terrenos recién recalificados en el litoral levantino; por ejemplo, ha trascendido que el director, sir Terence Bates, es el nuevo propietario de la primera promoción de apartamentos de lujo levantada en Benidorm aprovechando la nueva normativa dictada por el ayuntamiento, que califica como suelo urbanizable los techos de los automóviles aparcados, las sillas de los chiringuitos y los doscientos kilómetros de aguas territoriales españolas situados frente al municipio. En el contrato firmado también se estipula que la orquesta recibirá una indemnización proporcional al número de botellines de cerveza de 20 centilitros vendidos de mayo a octubre en los chiringuitos de playa comprendidos en el término municipal de La Manga del Mar Menor mientras en ellos se reproduce el presente disco; deprimente es para El Engendro ser testigo de cómo una orquesta señera que en su momento acompañó a Zappa en su “200 Motels” cae asimismo presa del signo de los tiempos, y, lo que es peor, del signo de los tiempos españoles. ¿Intérpretes de Debussy y Dvorak reconvertidos a sobornadores pandereteros del mercado inmobiliario murciano? Pues con estos ojos cansados y asombrados lo hemos de ver.

Con ser anonadante todo ello, aún hay más espacio para el desconcierto, pues al parecer Camela han añadido otro elemento de contradicción al gazpacho formado por ellos mismos, la Royal Philharmonic Orchestra, la moda espacial inspirada en la película española de 1970 “El astronauta” y los chanchullos arquitectónicos del Levante patrio. Se trata de la nueva orientación temática que siguen las letras del álbum; parece ser que la inmensa popularidad del “No a la guerra” y sobre todo la sonada y merecida expulsión del partido popular de su parapeto en el gobierno español habían sido previstos ya hace tiempo por los especialistas en investigación de mercados que sondean al público de los Camela, por lo que se aconsejó amablemente al grupo que se replanteara la temática de las canciones con el objetivo de cubrir las expectativas de una base social cada vez más politizada. A pesar de que Camela tenía libertad para seguir grabando sus discos de siempre en la compañía discográfica de su elección, no les importó seguir el consejo de sus actuales editores, pues, como dice su teclista, “siempre hemos sido currantes, educados en los valores del trabajo duro y sin protestar”. El resultado es percibido inmediatamente por cualquiera que se acerque a este “Revolucion.org”, aunque la perplejidad inicial anula el razonamiento del melómano y eclipsa cualquier otra reacción posible. Nosotros mismos hemos necesitado dieciséis escuchas del disco para poder sacar algo en claro, tras las cuales uno de los fautores del Engendro se desplazó a un descampado de Valdezorras y se puso a leer a gritos “Muerte en Venecia” de Thomas Mann en lengua inglesa con acento germano, ya que en ese breve intervalo de enajenación se creyó Sigmund Freud en su exilio londinense; tras una audaz operación de salvamento en la que otros dos fautores de El Engendro cayeron víctimas de un súbito ataque de sueño REM como le ocurre a todo el que se expone a la soporífera escritura de Thomas Mann, el orate transitorio volvió en sí y pudo poner en común con el resto del Engendro sus impresiones sobre tan insólito proyecto.

Que empiezan con una pregunta directa y descarnada: ¿qué se puede decir de un disco en el que una muchacha de 35 años de edad pero que aparenta doce enuncia frases tan abracadabrantes como “Oh Che Guevara, qué me has dado, sin ti no habría revolución del proletariado”? ¿Qué torpes palabras puede uno balbucear, con razón confundido y desconcertado tras de que su visión del mundo haya saltado en pedazos debido al efecto de oraciones complejas como “Escúchame, compréndelo, es posible la revolución, porque se han manifestado las condiciones objetivas”? ¿Y hasta dónde es posible llegar conservando intacta la capacidad de razonamiento tras dieciséis exposiciones al estribillo “Revolución punto org, revolución y organización entre las masas”? El tiempo y los partes de ingreso en los frenopáticos tendrán la última palabra; mientras tanto, nosotros escondemos el disco (copia bajada de Internet, por supuesto; bueno estaría que encima pagáramos) bajo dieciséis kilos de archivadores y carpetas de anillas llenos a reventar de notas tomadas durante clases de Álgebra Homológica, Análisis Complejo y Topología Diferencial, no sea que nos sintamos tentados a explorar la compleja psicología de quienes han pergeñado “Revolucion.org” y acabemos sentados frente a otros que exploran nuestra compleja psicología.

En interpretando los confusos recuerdos que nos han quedado de la amalgama de conceptos audazmente desarrollada por Camela, o quien esté detrás, en este “Revolucion.org”, llegamos a la conclusión de que no conseguirá eludir el juicio de la historia, mas dicho juicio no será en modo alguno peyorativo; en tiempos venideros se reconocerá el granito de arena aportado por “Revolucion.org” a la deriva evolutiva de la rumba de gasolinera, y sus canciones serán incluidas en el Spanish Bizarro volumen 27 y en todos los álbumes similares que en ese entonces se publiquen. Los jóvenes del mañana que puedan entenderlo (pocos, por culpa de la implacable detracción de fondos del sistema educativo público perpetrada sobre todo por la ministra Pilar del Castillo, “El Eslabón Perdido”, pero también por sus inmediatos predecesores) a buen seguro se carcajearán de él a mandíbula batiente como nosotros lo hacemos hoy en día con “Gibraltar Español” de José Luis, “Madre, soy cristiano y homosexual”, de José Ángel, o “El mejillón”, del Payo Juan Manuel. Con lanzamientos así, la vergüenza ajena se mantendrá por muchos años como un motor de gran importancia para remediar nuestro subdesarrollo en el terreno de la crítica de la cultura. Bueno, no el nuestro; el de ellos, que dicen que ser español es de las pocas cosas serias que se pueden ser en este mundo. A ver si después de esto se atreve alguien a seguir diciendo que España no es un país simpático…

 

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