dut: askatu korapiloa

Volumen recomendado: Respetable en principio (ir bajando según avance el disco).

Momento propicio: Aquellos en que flaquee tu convicción acerca de la capacidad del ser humano para la autocrítica.

 

“La siniestra danza de los inquisidores, durante largos años por esta zona: La siniestra danza de los inquisidores, en este entorno, en estos momentos. Acallados, ahogados, obligados a escondernos. Acostumbrados a escondernos, enfangados”. Con este haiku tan escueto como siniestro por lo críptico de su redacción y lo polisémico de su sentido se inicia el “Askatu Korapiloa” (“Desata los nudos”) de Dut, trío vizcaíno y euskaldún conocido sólo entre los más conspicuos aficionados al rock radical vasco por ser la coletilla (Fermín Muguruza eta Dut) con que el fundador de Negu Gorriak, curiosamente tolerado cuando amparaba la violencia y perseguido ahora que abomina de ella, firmaba su disco “Ireki ateak”. Y aquí el paciente melómano engendil se lleva la primera sorpresa (agradable, a fe mía), pues el que acuda al “Askatu korapiloa” esperando las ajadas fanfarrias radical-mestizas de verbena de barrio típicas del tal Fermín se quedará con cinco palmos de narices, ya que el contenido de la obra que nos ocupa tiene tanto que ver con el raggamuffin como un azadón con un cable de fibra óptica. Muchos peninsulares típico-tópicos y bailongos se sorprenderán de escuchar un disco editado en el lado de los Pirineos que no es Europa e inspirado sobre todo, o al menos así parece, en Kierkegaard y Carlos Desastre; El Engendro, sin embargo, es unánime en proclamar que falta hacía, cojones, ya que los momentos sombríos artificialmente provocados por esta excluyente y antidiscursiva sociedad de la construcción, el turismo y el aberrante chimpún bisbaleño necesitan imperiosamente ser estudiados para que el mundo sepa LO QUE NO SE DEBE HACER, y no es malo empezar por el mayor poeta en lengua española de los últimos 100 años (por lo menos) y por uno de los más grandes filósofos de los últimos 200 años (por lo menos). Porque Dut utiliza los cuarenta y cuatro densos minutos que dura su álbum para explorar el concepto de la angustia, su génesis y manifestaciones concretas, la duda existencial o las respuestas a nuestros demonios interiores (“en esta enfermedad, tú  eres la hierba medicinal”, “los caminos llenos de cepos, y una vez caído dentro, imposible salir sin dar el salto, salto por encima de la trampa”), todo ello desde la perspectiva de que nada cambiará si no cambiamos antes nosotros mismos. Nativos del País Vasco rural, los Dut no comulgan con el modo de vida urbanita protagonizado por individuos que no se quitan jamás el reloj de la muñeca; aun siendo discutible por demasiado simplista esta visión de las cosas, otros momentos para quitarse el sombrero hay en “Askatu korapiloa” que relegan esto a la categoría de anécdota. El más sublime, “Petrolioa ere” (El petróleo también), desgarrador alegato contra el enfoque ultradefensivo y xenófobo de la política de fronteras en los países ricos; ya que no pueden incluir a Kierkegaard en los créditos del disco por cumplirse pronto siglo y medio de su óbito, los Dut solicitan aquí la colaboración de Carlos Desastre, quien aporta una de sus mejores piezas poéticas, durante cuya audición cree uno ser zarandeado por las olas del Estrecho a bordo de una frágil y baqueteada embarcacioncilla, la propia memoria a punto de perder su apocalíptica lucha contra las corrientes marinas, el Servicio Integral de Vigilancia Exterior y la egomaníaca, pequeñoburguesa y teleadicta sociedad de las Españas. “Lo que es tierra fue mar en el desierto que bosque fue…”, comienza la bella a fuer de desolada composición del que un día escribiera “Un día, solo, ante la puerta de mi cabeza”. El paisaje sonoro resulta ser hardcore que poco a poco va derivando a un estilo más melancólico, en cierto modo parecido (pero no idéntico) a los Slint o a sus paisanos los Lisabö (vaya usted a saber por qué, el único lugar debajo de los Pirineos donde hay muestras de dicho modo de entender la música  es el País Vasco), y en él hay que destacar la extraordinaria precisión instrumental del trío, que coloca cada nota y cada golpe de batería en el lugar exacto en que debe situarse para una mejor transmisión del mensaje, y la llamativa sonoridad de los bajos, con un curioso regusto aceitoso (o, por mejor decir, petrolífero) que contribuye no poco a una perfecta descripción del mundo chernobilizado que los Dut quieren pintar. Definitivamente, “Askatu Korapiloa” es un álbum para que se te encoja el corazón y sepas luego que si el corazón se te ha encogido es que entonces queda algo por lo que luchar.

 

 


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