GORAN BREGOVIC: TALES AND SONGS OF WEDDINGS AND FUNERALS

 

Volumen recomendado: Ni siquiera El Engendro puede llevar siempre la contraria; se trata de un disco “pa bailá”, y cuando no lo es, es digno de escucharse con atención, pues se trata del dibujo de un escenario trágico.

Momento propicio: Cualquiera; siempre podemos aprender algo de esos lugares que día a día nos van alejando a medida que nos acercan al estado de Texas.

 

Muy popular en Francia, Italia y Grecia pero oscurecido en el ámbito de lectura de El Engendro por la existencia de un folklore patrio-latino imbuido de un feroz nacionalismo étnico y cultural que, en poco disimulada entente con la hamburguesera industria del entretenimiento, no ha dejado apenas espacio a la llegada de músicas provenientes de otras latitudes, Goran Bregovic y su panda de trombonistas de los Balcanes son un ejemplo de cómo construir una música popular abierta, no excluyente y con capacidad para no tomarse demasiado en serio, aun viniendo de un lugar en que en un momento dado vecinos que se saludaban normalmente empezaron a torturarse y asesinarse unos a otros porque sus líderes los habían identificado como serbios, croatas, bosnios, católicos, ortodoxos, musulmanes o yugoslavos, y sobre todo los habían convencido de que el vecino que no compartiese su recién encontrada identidad era un demonio que conspiraba en el desván para arrancarles las piernas a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Pero claro, Goran Bregovic, como su amigo el genial cineasta Emir Kusturica, quien hacía un cine popular al que Goran ponía música popular, no estaba para meterse en guerras sin sentido, sino para captar su dolor y cantarlo mientras Emir Kusturica captaba su absurdo y lo fotografiaba; a Goran Bregovic, nacido de padre croata y madre serbia, tenían que escapársele los motivos de toda aquella agresividad. No es tan topicazo como parece el mencionar las sucesivas contiendas yugoslavas para contribuir a explicar las andanzas del sin par Goran Bregovic, pues quizá su obra más aclamada sea la banda sonora del filme “Underground”, del mentado Kusturica, donde las guerras que han asolado los Balcanes eran un personaje del guión, puede que incluso el protagonista; uno de los temas de dicha banda sonora se llama precisamente “War”. Por otro lado, la música compuesta por Goran Bregovic no es la de, pongamos por caso, un artista de música dodecafónica, salsa o rock industrial fortuitamente nacido en Yugoslavia; por el contrario, en sus canciones bulle la desbordante y contagiosa vitalidad y extroversión, tanto para el placer como para el dolor, tanto para el amor como para el odio, que se supone abunda en la zona y que quizá haya contribuido a la fascinación del extraño tanto como a la postrera ruina de la región balcánica. Consecuentemente, en sus discos se lee la tragedia de un lugar donde las gentes detonan armas para celebrar las fechas señaladas en festejos que pueden prolongarse durante días. Con eso creo que está dicho todo.

“Tales and songs of weddings and funerals” es el mejor disco de Goran Bregovic hasta la fecha; su revelador título trae a colación la frase pronunciada por Emir Kusturica cuando hacia 1996 interrumpió su colaboración con el protagonista de esta reseña: “Yo quiero hacer música para bodas, y Goran sólo quiere hacer música para funerales”, obviando que en la Yugoslavia contemporánea los funerales son mucho más frecuentes que las bodas. En “Tales and songs of weddings and funerals” se puede encontrar uno con temas aparentemente sencillos y populares pero en verdad de ejecución asaz académica y compleja, escritos por un personaje ya cincuentón, residente en París y con hechuras de profesor universitario, pero que a la hora de la verdad no tiene ningún empacho en asociarse con una cuadrilla de curtidos músicos de los Balcanes profundos a quienes la policía atosiga cuando tocan en la Unión Europea; tres cantantes búlgaras, en apariencia asiduas de alguna orquesta sinfónica pero capaces también de acompañar a cualquier fanfarria macedonia, completan el grupo, que con semejante configuración está abocado a hacer grandes cosas. Aparentemente, Goran Bregovic ha dejado los escarceos con el pop y la electrónica barata de anteriores obras suyas para deleitar al Engendro con su particularísima interpretación de la tradición oral de sus ancestros. Y a fe que se disfruta; esta pequeña revistilla lo recomienda encarecidamente a todos aquellos oyentes libres de prejuicios y nunca ahítos de curiosidad, pues es un ejemplo como no muchos otros de música de raíces no anquilosada ni muerta al nacer por tomarse demasiado en serio.

 

 

 


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