La Moska Kojonera |
...o de kómo la guerra sozial entre klases entró en los konservatorios.
El dúo de origen kazajo La Moska Kojonera nació en 1992 en Semipalatinsk, aunque hace tres años que fue bautizado con su actual nombre coincidiendo con un cambio de dirección musical motivado por una circunstancia de la que luego hablaremos. La Moska Kojonera son Alexéi Mijáilovich Ilariónov y Galina Vladimirovna Podkopáieva, dos entomólogos de etnia rusa que en 1995 decidieron emigrar al Oeste viendo las escasas expectativas de vivir con dignidad que un hombre de la calle podía albergar en Moscú bajo el régimen capitalista mafioso de Boris Yeltsin. La primera intención del dúo era recalar en Andorra, país que atraía mucho a Alexéi Mijáilovich porque en él era endémico el ciempiés extemporáneo de ochenta y siete patas del Rosellón (Centipedes extemporaneus ferosticus), un insecto que agradaba sobremanera al entomólogo errante de Semipalatinsk porque en cautividad adoptaba el rostro de Jean-Paul Sartre, personaje muy admirado por la pareja. Pero al llegar a Andorra la Vella comprobaron angustiados que la demanda en su sector era poco menos que nula en aquel país, pues para entomólogos ya se bastaban los nativos; si bien la concepción que éstos tenían de la antropología era esencialmente amateur y sin ánimo de lucro, cualquier tentación de intrusismo era desanimada acudiendo al uso liberal de la garrota. Con el rabo entre las piernas, Alexéi y Galina vagaron por los Pirineos durante meses viviendo de los exiguos ingresos que les proporcionaba la venta al por menor de cucarachas momificadas al estilo egipcio; hartos de un trabajo tan sacrificado y de tan escasas rentas, se hallaban en Figueras ejerciendo la mendicidad cuando se les instaló al lado una orquesta del antiguo bloque del Este como Dios manda, con su oboísta, su contrabajista, sus dos violinistas rubias vestidas a la usanza del diecinueve y su director con batuta. No hace falta decir que ello provocó la momentánea ruina de Alexéi Ilariónov y Galina Podkopáieva, pues las técnicamente impecables interpretaciones de Rachmaninov y Rimsky-Korsakov que la orquesta llevaba a cabo hacían fluir toda la calderilla del Empordá a sus negros estuches de violín; como el hambre aguza el ingenio, éste fue sin embargo el comienzo de la andadura de La Moska Kojonera, ya que Galina se dio cuenta de que no eran las técnicamente impecables interpretaciones de Rachmaninov y Rimsky-Korsakov lo que hacía prosperar a la orquesta rusa, sino más bien el simple hecho de exhibir una estética de orquesta rusa. Acuciados por la escasez y la privación, Alexéi y Galina no tienen entonces más remedio que acudir a Cáritas Diocesana para que les ayude a alquilar un chaqué y un vestido de noche en lo que sería un momento clave de la trayectoria del grupo, entonces llamado Orquesta Filarmónica el Coleóptero Macho. Galina, diplomada además en Trabajos Manuales por la Escuela Politécnica Superior del Mar de Aral, fabrica un remedo de violín con unos cartones que encuentra junto a un contenedor de papel en Sant Feliú de Guixols; tras siete kilómetros de persecución por parte de unos antiguos compañeros de colegio suyos en Semipalatinsk que a la sazón pernoctaban sobre los mencionados cartones, Galina les propone que se unan a la orquesta, pero sus ex compañeros de pupitre le hacen saber que sólo el más fuerte mendigará en esa zona y le emplazan a que se largue con viento fresco. Asqueada de esta Europa capitalista en que nadie respeta conocimientos ni amistades, Galina quiere volver a Rusia, pero Alexéi le recuerda que si lo hacen están condenados al paro, ya que nadie va a querer emplear allí a alguien que ha sido tan incompetente como para emigrar a Europa y volver más pobre de lo que se fue. Los que serían los entomólogos más viajeros de Kazajistán si no fuera por Grigori Alexándrovich Máltsev (que en 2000 dio la vuelta al mundo tres veces persiguiendo a un saltamontes tricolor (rosa fucsia, negro y azul eléctrico) al que finalmente dio caza en Murcia de un certero sartenazo cuando se había posado en la cabeza de otro inmigrante de Kazajistán que intentaba dedicarse a la música) se ven entonces obligados a asumir la cruda realidad; ya no pueden desviarse del camino que ellos mismos se han trazado, que puede ser su perdición o su salvación según fluya el imprevisible devenir de los acontecimientos en el salvaje Occidente capitalista. Así las cosas, Alexéi y Galina se lían la manta a la cabeza y empiezan a hacer como que tocan en las calles de Tarragona; es el verano de 1996, y la música latina empieza a estragar las permeables meninges de los bañistas españoles. Quizá es por eso que al principio el éxito obtenido es inferior al esperado por estos dos músicos a la fuerza; como ocurre en cualquier fracaso, esto lleva a Alexéi y Galina a peregrinas discusiones sobre los fallos de planteamiento del espectáculo, que para el miembro masculino de la Orquesta Filarmónica el Coleóptero Macho radican en lo arduo del repertorio ofrecido en playback, en aquel entonces formado por piezas de Shostakovich, Alfred Schnittke y Galina Ustvolskaya. Alexéi defiende entonces que si lo que de verdad se intenta es comer, el dúo debe integrarse en una orquesta de las que giran ofreciéndose como tortura auditiva veraniega a las autoridades locales de villorrios de mala muerte en los que interpretarán los éxitos de la temporada. La numantina resistencia de Galina a tan miope planteamiento (la valiente mujer arguye que si no saben tocar no podrán hacerlo tampoco en una orquesta de pueblo) salva una vez más a La Moska Kojonera de una muerte prematura o de un aborto terapéutico; gracias a que nuestros dos héroes no forman parte en la actualidad del Conjunto Luz y Color, de Burriana, provincia de Castellón (no confundir con su homónimo de Ciudad Rodrigo, provincia de Salamanca), podemos estar ahora escribiendo cretineces acerca de La Moska Kojonera como éstas que tenéis el disgusto de leer.
Insectos para la historia, capítulo 1: este magnífico ejemplar de ciempiés extemporáneo del Pirineo hizo cruzar el telón de acero a los dos entomólogos que con el correr de los tiempos acabarían formando La Moska Kojonera.
Confusos acerca de la manera de corregir su hasta entonces nefasto rumbo, los dos entomólogos reparan de pronto en que su grupo no es creíble como orquesta debido al escaso número de sus miembros, superior a uno pero lamentablemente inferior a tres. El hallazgo de cinco maniquíes arrojados a un contenedor de basura en las afueras de Castellón es el acontecimiento crucial que endereza el torcido destino de la Orquesta Filarmónica el Coleóptero Macho; vestidos con trajes del Centro Reto pero arios y rubios, aquellos sosias dan del todo el pego como catedráticos de música sinfónica de allende el telón de acero. Nuevos instrumentos hechos de cartón hacen el resto; una vez que la Orquesta Filarmónica el Coleóptero Macho es en apariencia una orquesta como dios manda, ya no hay problema para que desempeñe el rol de orquesta rusa y cobre por ello. ¿La música? ¿Qué coño es eso?
Este inmisericorde playback de sesudos compositores eslavos estuvo dando de comer a Alexéi y Galina durante tres largos años; en principio, los estrechos márgenes de su supervivencia impedían que les quedase energía para empantanarse en dilemas éticos acerca de la licitud de su forma de ganarse el pan, pero todo llega, y antes que nada el aburrimiento; cuando en 1999 la fórmula mágica se cayó a pedazos carcomida por el hastío, la sustitución del playback por música original emergió como la estrategia a seguir. La introducción del punk en su repertorio vino de suyo para paliar el problema de la impericia de los dos entomólogos en el manejo de instrumentos musicales reales. Sabedores de que era el rol de orquesta filarmónica el que les daba los dineros, el señor Ilariónov y la señora Podkopaieva mantuvieron la apariencia externa de su conjunto, jugando a ver hasta dónde podían llegar en dicha confusión de identidades. Llegaron bastante lejos; como habían previsto, entre los ancianetes adictos al regalo de navidad que formaban su público más munificente predominó una reacción de conmiseración, de "mira los pobres lo que tienen que tocar para que los jóvenes les den dinero, cuando allí en Alemania del Este han estudiado conservatorio", y de esta forma sus ingresos no sufrieron una merma considerable hasta que las policías municipales de los conservadores ayuntamientos levantinos tomaron cartas en el asunto.
Insectos para la historia, capítulo 2: La "moska kojonera", el saltamontes tricolor que el entomólogo Grigori Máltsev aplastó en la cabeza de Alexéi Ilariónov usando de una sartén.
En los siguientes dos años vemos a la Orquesta Filarmónica el Coleóptero Macho aprendiendo a tocar mientras corre delante de la policía; en una carrera de tres kilómetros por las calles de San Vicente del Raspeig, Alexéi Ilariónov consiguió aprender las notas de "Instrument", de Fugazi, en su totalidad, aunque este ajetreado ritmo de vida tenía el inconveniente de impedirles usar amplificadores en sus conciertos, ya que luego su peso era un hándicap cuando llegaban las persecuciones. Galina había hallado en cambio una forma bastante práctica de acarrear a los maniquíes miembros honorarios de la Orquesta Filarmónica El Coleóptero Macho, pues si los ocultaba en su vientre parecía encontrarse ella en estado, y no podía haber mejor forma de ilustrar la brutalidad policial que escenificar la caza de una mujer embarazada. Este no por indeseado menos frecuente ejercicio físico les acabó acercando a los postulados ideológicos del punk, con lo que ya reunían la dirección musical y la actitud; aún les faltaba su actual nombre, que se les ocurrió en Murcia a principios del año 2001, cuando un colega entomólogo kazajo aporreó la cabeza de Alexéi con una sartén antiadherente de Ikea para cazar un saltamontes tricolor cuya pista había seguido a lo largo de ciento veinte mil kilómetros. El puñetero saltamontes fue calificado al unísono por Alexéi y Galina como "mosca cojonera" y de inmediato les pareció aquél un buen apelativo para su grupo, dado que era más sonoro a oídos hispanohablantes que el del Coleóptero Macho y no perdía el nexo con la profesión de entomólogo que otrora ejercieran.
En la actualidad, La Moska Kojonera han derivado hacia la composición contemporánea, pues tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, y tanto les ha perseguido la policía que al final se han convertido en avezados enhebradores de sonidos que hace mucho que dejaron atrás la simplicidad inequívoca y directa del punk, aunque para recorrer la distancia que así y todo les separaba de la torre de marfil de la música progresiva hubieran de perseguirse mutuamente vestidos de uniforme durante un año, porque si no "nuestras cabezas eran tan estériles como un escarabajo hermafrodita del Báltico", según dice siempre Alexéi Ilariónov antes de sus conciertos.
Su última obra es "Kaos y blasfemia (suite sobre la guerra de Bosnia)", que en la actualidad presentan junto con El Engendro allí donde les dejan y que se encuentra aún en construcción, o "en konstrukzión" como dicen ellos, aunque se ha sabido que contiene por lo menos dos temas, llamados "Trafikantes de armas por dokier" y "Konflikto pasteurizado y listo pa su venta", los cuales podríamos describir como indescriptibles si pudiéramos describirlos.
SI DESPUÉS DE ESTO NO HAS COMPRENDIDO TODAVÍA QUE EN ALGÚN LUGAR DE TU VIDA HAY UN ENCUENTRO CON LA MOSKA KOJONERA, ¿PARA QUÉ VAMOS A SEGUIR ESCRIBIENDO?
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