LA ZANAHORIA Y EL ROCK

 

La música popular de la segunda mitad del siglo XX también mantiene una enorme deuda con la zanahoria; la reina de las hortalizas es mencionada en numerosos éxitos estadounidenses y británicos de los cincuenta y sesenta, tales como “Eating A Carrot And Getting My Mouth Rugged For You” (1959), del octeto vocal de Michigan Johnny Miller and the Teenage Cucumbers, “Waiting For A Carrot To Turn Me On” (1962), de Bobby Kirkpatrick, gran figura del twist y aún hoy día rey del menudeo de pegamento para esnifar en Dallas, Texas, o el recordado número uno del verano de 1958, “Vegetable High School”, en el que el ex–campeón juvenil de petanca del estado de Idaho, Doug Morton, afirmaba ser un calabacín marginado en el instituto por su evidente color verde que suspiraba por invitar a la más bella zanahoria de la clase al baile de fin de curso. Pero no fue hasta la llegada de la psicodelia cuando la verdura por antonomasia se ganó por méritos propios un destacado lugar en la temática de las canciones de rock; así, en 1967 y 1968 hubo profusión de loas a la zanahoria naranja, recién llegada entonces al mercado y muy celebrada por tantos y tantos que la vieron como preludio del aterrizaje del hombre en Neptuno, como cantaban los Rolling Stones en “Space Age Carrot”, cara B de la edición taiwanesa de “Sympathy For The Devil”. Zappa en su “Call Any Vegetable” y el grupo alemán Faust, pioneros del “krautrock” con su conocido tema “Why Don´t You Eat Carrots”,  también destacan por mencionar a la zanahoria en su repertorio; de hecho, el nombre del movimiento al que estos últimos son normalmente adscritos, que en alemán significa “rock verdura”, tiene su origen en lo apreciadas que eran en círculos psicodélicos teutones las zanahorias de la cosecha del otoño de 1964 en Renania-Palatinado: aquel año, la tradicional plaga de mosca del vinagre que todos los meses de octubre solía corroer las vides de dicha región alemana afectó también a las zanahorias, y es por eso que a las solanáceas recogidas entonces allí se les atribuye la propiedad de provocar una fuerza centrífuga en los pelos de la barba que les lleva a querer teñirse de rubio e independizarse de su dueño, justo lo que le sucedió a Karl Heinz Messner, uno de los primeros guitarristas del grupo Eulenspygel, en 1970, para gran regocijo de la parroquia progresiva centroeuropea.

Fue sin embargo en Italia donde mayor relieve adquirió la zanahoria como motor de cambio musical e intelectual; las revistas especializadas de mayor difusión allí coinciden en atribuirle el mérito de la inmensa popularidad del rock sinfónico en aquel país. Lo cierto es que quizá hoy en día los italianos no tendrían las mismas oportunidades de ver actuar a los King Crimson o a los Pink Floyd si no fuera por un cúmulo de acontecimientos ocurridos en Roma en enero de 1971, cuando Vincenzo Osservatore, veterinario en paro especializado en mangostas y autor de varios volúmenes sobre arte con cepillos de dientes que durante años fueron libros de cabecera de Fellini, recorría como de costumbre la Ciudad Eterna montado en su ya entonces herrumbrosa Vespa y armado de una caña de pescar con la que intentaba levantarles las sotanas a los sacerdotes para ver si debajo llevaban vaqueros o zapatillas deportivas. Este “acto de aproximar la religión al pueblo” había traído consigo el primer vómito conocido de un Papa, registrado en noviembre del año anterior por más que la Iglesia haya prometido reconocerlo antes del siglo XXIV; aunque los carabinieri desconocían la identidad del autor de tan irreverentes actos por ir Vincenzo Osservatore disfrazado de Pío XII mientras los cometía, el alzasotanas de Roma estuvo a punto de ser desenmascarado cuando tras arrancar de cuajo el traje talar de Antonio Commendatore, párroco que fue de Viterbo, descubrió que el anciano (72 años) siervo de Dios llevaba un disfraz de zanahoria bajo las enaguas sacerdotales. Habiendo sido de este modo puesto en evidencia, el padre Commendatore, colorado como un tomate, trató de ventilar su enfado corriendo tras el atacante de su reputación, que ya serpenteaba con su moto por entre el desordenado tráfico de la capital italiana en aras de abandonar el lugar del crimen. La inútil carrera del sacerdote vestido de zanahoria enloqueció a los transeúntes, la mayor parte de los cuales se revolcaban por las aceras al no poder soportar una actividad tan intensa de los músculos faciales implicados en la carcajada. Entre los afortunados que presenciaron tan grotesca escena se encontraban los integrantes del grupo Cheese, que no hacía mucho se dedicaban a interpretar temas de Frank Sinatra en bodas y cruceros. Interesados en cambiar de dirección musical pero indecisos entre imitar a Black Sabbath o a los Jackson Five, los miembros de Cheese aparcaron sus dudas en el momento en que vieron desfilar a don Antonio Commendatore ataviado de hortaliza; les vino entonces a la memoria el popular tema “Carrot”, de los Pink Floyd, y decidieron escogerlo como guía para su canción “La Sotana Arancia”, uno de los mayores éxitos en la historia del rock en italiano, que inmortalizó el incidente de tal forma que ahora mismo hay tres generaciones de descendientes del cura Commendatore exiliadas en Namibia. “La Sotana Arancia” creó escuela hasta el punto de que al rock progresivo se le llamó primero en Italia “música zanahoria” y sólo a principios de los ochenta se impuso en tierras transalpinas la denominación aceptada internacionalmente.

La zanahoria, llamada por Jimi Hendrix “la planta rockera por excelencia”, encara los comienzos del siglo XXI con buena salud; los excesos de las superestrellas que en la salvaje década de los setenta jugaban a ser Dios con su propio cuerpo han dado paso a una saludable obsesión por lo hipocalórico y lo macrobiótico, así que la zanahoria está hoy en día presente en casi todas las grandes giras mundiales como complemento alimenticio indispensable para las figuras señeras del rock de antaño. Como dijo el cantante de Aerosmith cuando comprobó que se le estaban olvidando los pronombres personales en inglés y quiso atribuirlo a que se le había caído la dentadura postiza, “siempre es mucho mejor ser una zanahoria que algo peor, como, yo qué sé, un  boniato”.

 

 

                  

 

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