ROY
ESTRADA Y LA PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN CONCHITA, UNIDOS PARA REDEFINIR Y
ESTERILIZAR LA CONVIVENCIA
EL
DADAÍSMO MATERNAL XENÓFOBO ARRASA EN EUROPA
“¿Odioísmo?
No, hijo mío, claro que no, aquí no estamos para odiar a nadie, aquí estamos
para querer a todos mucho, sobre todo a los que se laven”
.¿Dadaísmo
maternal xenófobo? Pues eso parece. ¿Con qué mejor vocabulario se puede
describir la inesperada pero a posteriori previsible unión de dos de los más
característicos caudillos extremistas de nuestro tiempo, nada menos que
Conchita Rivas, autora de la impagable frase lapidaria que abre este artículo y
encarnizada perseguidora de todo individuo menesteroso, miserable, débil,
mugriento o inteligente que osare hollar su impoluto feudo de Los Bermejales,
cuna de la revista “La voz de los Bermejales”, y del otro lado Roy Estrada,
ese infatigable maquinador sin rostro pero con demasiadas caras y caretas que
agazapado tras las siglas EDUC (Españoles en Defensa de la Universidad
Capitalista) se propuso limpiar la educación superior española de alumnos y
caballos? Una unión dadaísta pero al parecer condenada al éxito; otro gallo
nos hubiera cantado de haber triunfado el dadaísmo primigenio de Tristan Tzara
y no el de la presidenta de la asociación Conchita, pero es que se nos echan
encima tiempos absurdos, pequeñoburgueses, mezquinos y mediocres, y tanto Roy
Estrada como su compañera de exabruptos estaban en el lugar adecuado en el
momento adecuado.
Y
ese lugar era Lubbock, Texas, poco conocida población ganadera del profundo sur
yanqui que tiene la particularidad de albergar la sede de todas las
organizaciones de las cuales Roy Estrada es Órbice, así como la misteriosa cámara
de oxígeno purificado en la que dice vivir el escurridizo plutócrata. Fue allí,
al menos a 5.600 millas de Los Bermejales, donde tuvo lugar la presentación
mundial del Partido por la Desinfección Ciudadana Integral (PDCI), también
conocido como Asociación Aséptica Andaluza (AAA), o también como Higiene y
Desinfección, o asimismo como Limpieza y Desinfección, o simplemente como
Limpieza e Higiene, que además alberga el Movimiento Popular No A Las Viviendas
Sociales y el Grupo de Votantes Concienciados Contra La Ayuda A Drogadictos y
Prostitutas. Oficialmente, la razón de que la corriente política recién
fundada por Roy Estrada y Conchita Rivas adopte tantas identidades distintas se
relaciona con “la posibilidad de trabajar codo con codo con el pueblo ocupándonos
directamente de los asuntos que les afectan a diferentes niveles, con un enfoque
monotemático que facilita la comunicación entre electores y elegidos de cara a
la solución de problemas”, según una nota de prensa del PDCI que parece
tener un significado oculto a desentrañar por el lector. De modo oficioso se
comenta sin embargo que la multiplicidad de denominaciones que recibe el partido
de Roy Estrada y Conchita (a las que hay que añadir la extraoficial Partido de
Roy Estrada y Conchita [PREC], la más utilizada de todas) se debe por una parte
a la incapacidad de la líder bermejalil para recordar el nombre de Partido por
la Desinfección Ciudadana Integral y por otra a la necesidad royestradil de ser
Órbice de cuantas más organizaciones mejor.
Con
muchos nombres o con pocos, con cultura o sin ella, es sin embargo patente la
influencia que ya comienzan a ejercer estas dos mentes maestras del desenfreno
reaccionario absurdo europeo. Empleados de banca, pequeños comerciantes,
taxistas y funcionarios de correos de Los Bermejales y de más allá esperaban
como agua de mayo un mensaje similar al del PDCI, una ideología hecha a su
medida que les diera unos problemas de los que preocuparse, unas soluciones fáciles
a esos problemas, un chivo expiatorio atacable que actuara de sedante con
respecto a sus verdaderos problemas, unas consignas cortas y contundentes que
puedan ser gritadas tanto en un mitin como en la cocina, en la escalera o en el
autobús...en definitiva, una comunidad en la que subsumirse para sentirse
fuerte y respetado como parte de una masa fuerte y respetada. “Lo que nosotros
los Órbices decimos se puede decir más alto pero no más claro, y como yo, Roy
Estrada, soy de los dos el que más alto hablo y lo estoy diciendo lo más alto
que puedo, pues tampoco se puede decir más alto si uno es Órbice”. Éste es
un ejemplo léxico que nos muestra al Coórbice masculino infundiendo seguridad
y confianza a las hormigas que deciden depender de su tono firme, inflexible,
protector y simplificador. Como otros movimientos surgidos del hastío hacia lo
que no se comprende, la AAA ha basado su crecimiento exponencial en la idea de
que lo que una gran parte de la población está buscando es una figura paterna
a la que quejarse porque el niño más fuerte le ha robado los cromos o porque
el niño más débil no se deja zurrar la badana como es preceptivo para que el
resto de los niños ventilen en él la frustración derivada de no ser adulto.
La innovación definitiva aportada por el PDCI al acervo ideológico de la nueva
xenofobia europea, idea que habrá de marcar época y encontrar su hueco en los
libros de historia al lado de las técnicas de extensión de rumores de Goebbels,
es el concepto de dualidad que todo lo cubre. Severidad paterna y protección
maternal, tecnocracia y marujeo, originalidad y convencionalismo, liderazgo máximo
y poder popular, partido de masas y asociación de vecinos, policía bueno y
policía malo; todo eso y mucho más aporta el PREC a una multitud de tenderos y
sexadores de pollos agresivos y confundidos, plenamente dispuestos a pagar EL
PRECIO, que no es otro que la entrega incondicional del propio entendimiento a
la estructura bicéfala royestradil y conchitil.
Sin
avergonzarse de estas apocalípticas premisas se presentó así en pleno estado
de Texas esta singular agrupación política, basada, según Conchita Rivas, en
“dar amor, mucho amor, como Cristo nos dio y yo le doy a mi querido barrio de
Los Bermejales, que siempre será el mejor de Sevilla, sobre todo cuando yo haya
acabado con tanto fracaso escolar como hay ahora, que no pueden los niños ni ir
a clase”, declaración programática que Roy Estrada completó asegurando que
“yo, el Coórbice, proclamo, y he de decir que estoy totalmente seguro de esto
que proclamo porque si no no lo proclamaría con tanta seguridad, que SI HAY
FRACASO ESCOLAR, ES PORQUE HAY ESCOLARES FRACASADOS, y si son un fracaso como
escolares, mejor que no sean más escolares y se dediquen a otra cosa”. Roy
Estrada y Conchita debían sentirse muy cómodos en aquella árida planicie
donde con sus robustas voces adoctrinaban a 15.000 fieles traídos en avión de
diversos puntos de la geografía española merced a los ingentes recursos de las
organizaciones dependientes del Órbice; para compensar a la cabeza visible
bermejalil del asunto por tener que desplazarse tan lejos de su querido barrio,
Roy Estrada mandó reproducir Los Bermejales a tamaño natural en unos terrenos
propiedad de EDUC. Según el PDCI, este Los Bermejales artificial (o de
pacotilla, si es que se quiere ser más realista) es el perfecto marco para
presentar al mundo lo que será la constelación de organizaciones de masas
nucleada en torno al potente liderazgo royestradil y conchitil, pues “lo que
nosotros, el PDCI, la AAA y el GVCCADP queremos no son Los Bermejales del
presente, sino Los Bermejales del futuro”
La
verdad sea dicha; llegar a Los Bermejales del Futuro nos costó casi más que si
de verdad hubiéramos tenido que viajar en el tiempo; en esta ocasión, EL
ENGENDRO en pleno no tuvo más remedio que tratar de burlar las medidas de
seguridad establecidas por el PREC para personas que no se lavan
introduciéndose en una
botella de aceite de oliva virgen extra destinada a su entrega en ofrenda a la
Co-Órbice Conchita. La acusada coloración verdosa oscura del mejunje nos
permitió un camuflaje medianamente decente, aunque la evacuación de la botella
debió realizarse siguiendo un procedimiento asaz arduo que en algún momento
nos hizo temer por el éxito de nuestra arriesgada empresa; por un instante, EL
ENGENDRO en pleno vio terminar sus días abrasado por los jugos gástricos de
“La Voz de los Bermejales” como culminación de la humillante
experiencia de servir de aliño a una pavía de bacalao a punto de ser consumida
por el faro humano que perpetuamente ilumina nuestros suburbios residenciales
contemporáneos. Miles de kilómetros de asfixia y fosfolípidos después, EL
ENGENDRO topó por fin con aquella explanada tejana donde los pollos se fríen
sin necesidad de aceite y una vez fritos encuentran por su propio pie su camino
hacia su puesto en la cadena capitalista, que en este caso es ser rebozados en
sustancias inmundas en un Kentucky Fried Chicken para acabar aumentando el
riesgo coronario de un informático de Tempe, Arizona o de una trabajadora
social de Burlington, Massachusetts a quien el trabajo no deja tiempo de comer
otra cosa. Nada más llegar, EL ENGENDRO en pleno anotó en algún sitio su
primera, ingenua e incauta impresión: LOS BERMEJALES DEL FUTURO NO SE
DIFERENCIABAN DEMASIADO DE LOS BERMEJALES DEL PRESENTE. Individuos menos
perceptivos se hubieran quedado en esta idea y hubieran creído tener la impresión
de que los hechos les acompañaban; no en vano seguía sin verse ni un alma en
unas calles que parecían tan extensas e inhóspitas como los edificios de
arquitectura Pentium y los económicamente amurallados chalés que por doquier
se levantaban; de vez en cuando los automóviles para los que fueron diseñadas
esas calles hacían su aparición, pesados e imponentes, arrogantes e impolutos,
silenciosos e insolentes. La carencia de sentido del humor parecía absoluta, amén
de orgullosamente llevada. Los niños jugaban en espacios acotados como se
esperaba de ellos, y la bandera de Andalucía seguía ondeando en la plaza
principal, mucho más alta que las personas. Sin embargo...
...éste
Los Bermejales parecía ser MUCHO MÁS GRANDE que el Los Bermejales primigenio;
EL ENGENDRO tenía la sensación de estar viéndolo crecer en ese mismo momento,
hincharse como el buche de un pelícano tratando de abarcar toda la sombra
posible tal que si fuera una conífera.
Seguimos
caminando inseguros por aquel recinto ferial, sobrecogidos
por el silencio que llenaba cada rincón del Los Bermejales excretado por
Roy Estrada y Conchita, un silencio como nunca haya conocido EL ENGENDRO otro
igual; definámoslo como un silencio no derivado de la ausencia de ruido sino de
la introducción en el ambiente de grandes cantidades de silencio producido
artificialmente mediante generadores. No había escapatoria no desviación
posible; las innecesarias placas metálicas con las inscripciones “SILENCIO”
y “NO MOLESTAR” que lucían en la puerta de cada edificio dejaban claro que
Roy Estrada y Conchita Rivas se habían tomado muy en serio el objetivo de que
en sus Bermejales no se cayeran las hojas de los árboles antes de que ellos los
podaran. La conocida técnica de la sobreafirmación que el fundador de EDUC
desarrolló suponemos que inspirándose en otros movimientos tributarios de la
propaganda y el cultivo de los bajos instintos. era visible también en los
carteles y pancartas que desde casi todos los balcones exhibían el mensaje
“YO SOY UN VECINO DE LOS BERMEJALES” en apariencia escrito a mano, y aquí
decimos “en apariencia” porque se diría que todos habían sido escritos con
la misma mano. Aterrados ante las sombrías implicaciones de la posibilidad,
bastante creíble por otra parte, de que el PREC pretendiera unificar la
caligrafía de los residentes bermejaliles y de otros lugares, EL ENGENDRO en
pleno echó a correr sin saber a dónde ni tener a dónde puesto que de allí sólo
se podía salir en avión, y eso suponiendo que se pudiera salir de algún modo.
En plena carrera estábamos (intentábamos parecer deportistas para no ser
descubiertos, en la razonable presunción de que alguien corriendo sin motivo
aparente DEBÍA DE MOLESTAR) cuando topamos con algo que nos hizo frenar en seco
y cuestionarnos una vez más si el universo se expande o se contrae y cuánto
nos quedaba para el colapso de ser cierta esta última hipótesis. El motivo de
nuestra caída del caballo no fue otro que la asimilación por el sentido de la
vista de UN LETRERO QUE PROHIBÍA FUMAR EN UN DESCAMPADO. La redacción de la
orden, además, era bastante más imperativa que de costumbre, pues no se
trataba de un mero NO FUMAR, sino de un contundente AQUÍ NO SE FUMA que parecía
implicar que para los Coórbices el aspirar una calada de plantas fungibles
legales en aquel erial no constituía sólo
un delito de desobediencia sino además una eventual abjuración de
la condición de ser humano (en ningún sitio constaban los cargos a los que había
de hacer frente el transgresor; parecía que con que el vecindario supiera de su
falta ya sobraba. Tratando de no pensar en el hipotético destino del infeliz
que fuera sorprendido calmando su adicción a las drogas legales en una extensión
de terreno ocioso bermejalil, EL ENGENDRO en pleno, habiendo decidido que ya era
bastante por aquel día de Los Bermejales del Futuro, resolvió desplazarse a
otros sectores menos siniestros del campamento del PREC. Aún tuvimos que tomar
nota del siguiente aviso a incautos, presente en entradas de locales públicos y
bloques de viviendas: “PARA SER ADMITIDO EN ESTE RECINTO SE EXIGE LA ABSOLUTA
ACEPTACIÓN Y ESTRICTA OBSERVANCIA DE LAS NORMAS DE HIGIENE Y COMPORTAMIENTO CÍVICO
QUE DE ACUERDO CON EL SENTIDO COMÚN DE LA MAYORÍA REGULAN LA CONVIVENCIA EN
ESTA ÁREA. LA DIRECCIÓN.” Un logotipo de Vodafone completaba los carteles,
lo que inducía a concluir que quizá fuera Vodafone “la dirección”, o quizá
las fuentes de financiación de Roy Estrada se extendieran más allá de la
publicidad y la experimentación con animales, únicos negocios en que el de la
cámara de oxígeno purificado ha admitido abiertamente poseer intereses. Nada
tan inquietante, sin embargo, como el concepto de SENTIDO COMÚN DE LA MAYORÍA,
que EL ENGENDRO deja en el aire a sus lectores para que lo rumien y aten cabos.
La
Gran Velá, Exposición Universal y Parque de Atracciones de San Juan y la
Virgen del Rocío
Con
manifiestas ansias de pasar del por nosotros inesperado terror de Los Bermejales
del Futuro (lo sentimos, no creíamos que las huestes del PREC pudiesen estar
tan bien organizadas) a un entorno más lúdico y más acorde con nuestros orígenes,
resolvimos entonces recorrer los tres kilómetros que nos separaban de la Gran
Velá, Exposición Universal y Parque de Atracciones de San Juan y la Virgen del
Rocío, que con Los Bermejales del Futuro conformaba el grueso del aparato
comunicativo y pedagógico de la AAA . La Gran Velá, Exposición Universal y
Parque de Atracciones, también nombrada por las siglas GEPAJ (la afición del
movimiento de Roy Estrada y Conchita a los acrónimos y abreviaturas deja también
cierto margen al pensamiento esquinado) o más habitualmente por “nuestra
Velá”. “A pesar de las múltiples tareas y conflictos del barrio, la
directiva de esta asociación democrática e independiente ha trabajado con ahínco,
para que todos pudiéramos disfrutar de estas jornadas que nos permiten convivir
y estrechar relaciones entre los vecinos”,
se lee en la entrada, junto a unas verjas de acceso cuales las del transporte
subterráneo sufragadas una vez más por el Coórbice del omnipresente
talonario. Como en todas las manifestaciones públicas de la AAA, Roy Estrada
aporta la mitad del concepto (y los dólares) y Conchita la otra mitad, no
encontrando jamás las dos mitades el punto de fusión (en eso se supone que
radica su fuerza). El resultado es un híbrido entre feria de muestras, congreso
de agentes de viajes, demostración de poderío de masas, fiestas patronales de
Villamanrique de la Condesa y mercadillo suburbial con el componente marujo
hipertrofiado y el ingrediente caótico atrofiado; siendo conscientes de que
esta definición de urgencia no encapsula del todo la naturaleza aberrante y onírica
de la Gran Velá, EL ENGENDRO invita a quien haya tenido la paciencia de llegar
hasta aquí a que construya el resto en sus imaginación y acumule después
sacos terreros en la puerta de su domicilio, en la creencia de que lo que vimos
allí se parece ALGO a lo que puede ver cualquiera no bien haya salido a tomar
el aire a una calle cualquiera, a una plaza cualquiera.
La
GEPAJ comienza por el sector de impronta royestradil, que para eso es el Órbice
de EDUC el que apoquina. Y mucho, pues aquí el objetivo parece ser hacer sentir
al común de los mortales su abrumadora insignificancia cósmica, ya se encargará
luego Mamá Conchi querida de completar el mensaje ofreciéndose a arropar y
suplantar al pobre desgraciado inexistente a los ojos de dios. En consecuencia
con su papel, la zona de Roy Estrada en la Gran Velá es la más desalmada,
glacial y calculada muestra de colosalismo jamás hallada en parte alguna por
los eternamente escrutadores ojos engendriles; después de ver de lo que el
ilimitado financiador de EDUC es capaz, ríete tú de estadios olímpicos,
puertos deportivos o palacios de congresos. Roy
Estrada tiene dinero; nosotros no. Cuando
se trata de invadir con esta idea las mentes de los vendedores de seguros en
acto o en potencia, restregándola en sus caras las veces que sea necesario para
convertirla en un “ROY ESTRADA PUEDE, NOSOTROS NO”, no hay más límite que
la amplitud de la cartera de valores; los costes no son un problema, pues lo que
se trata de demostrar es precisamente eso, que el dinero PUEDE despilfarrarse.
Que se tiene el PODER. Perdimos entonces la cuenta del número de monitores y
pantallas grandes, medianas y pequeñas que orgullosamente exhibían el rostro
del gran colíder, siempre con el mismo gesto, perennemente rígido, hierático,
firme, hostil pero determinado, como queriendo decir (y diciendo, dado su poderío)
“QUERÍAN VERNOS HUNDIDOS, PERO NO, EL ESPÍRITU DE SUPERACIÓN HACE GRANDES A
LAS PERSONAS Y LOS PUEBLOS. ESTARÉ CON VOSOTROS HASTA EL FINAL.”. Imágenes
inolvidables dada su omnipresencia (aunque separadas por grandes espacios vacíos
cuidadosamente vaciados) nos ponían en conocimiento de la inagotable energía,
sobrehumano tesón y poderosas capacidades con que la naturaleza ha dotado a don
Roy; podíamos ver al Coórbice conduciendo locomotoras, ascendiendo en globo,
escalando el Annapurna, sofocando incendios, rescatando tesoros de galeones
hundidos, operando a corazón abierto, rodeado de jóvenes candidatas al
estrellato cinematográfico tras haber hecho saltar la banca de un casino, con
Bush, con Clinton, con Kennedy, con Churchill (por Zeus, ¿pretenden hacer también
creer a los vecinos de Los Bermejales que el Coórbice ha existido siempre?),
llevando la voz cantante en los consejos de administración de Microsoft, de
General Motors y del Banco Central Europeo, así como ocupando un papel
prominente en reuniones del FMI, del Banco Mundial y del G8, desarticulando
comandos terroristas (“cuando yo desarticulo un comando terrorista, ese
comando no vuelve a actuar si no se articula otra vez”), dando la vuelta al
mundo en balsa, enfrentándose a pecho descubierto a la guerrilla colombiana,
protagonizando una superproducción de Hollywood, recibiendo un premio de dos
millones de euros por su obra de arte “Luces que se encienden y se apagan en
una habitación vacía”... Roy Estrada parece capaz de personificar todas las
facetas de la fama, el poder y el heroísmo sin que se le mueva un milímetro el
gesto, dando la impresión de que no le conmueve porque ya nació con eso, ya
nació SUPERIOR, sabiendo cómo hacerse admirar, cómo hacerse querer, cómo
hacerse CREER. ROY ESTRADA PUEDE, NOSOTROS NO. Hasta aquí todo va bien para el
del rostro inamovible.
Del
poder de la imagen al poder de la palabra, o mejor dicho de la repetición de la
palabra, del eslogan, de la consigna; al estar inscrito en al menos 16.788
carteles, plataformas y atriles de todos los tamaños y formas que sin embargo
comparten una estética generada por una fusión de realismo socialista y
publicidad de telefonía móvil congelada hasta el cero absoluto, el lema “ROY
ESTRADA SOMOS TODOS. EDUC, CON LA CLONACIÓN” penetra irremediablemente hasta
lo más hondo del encéfalo de quien no sea de antemano un fiero e irreductible
opositor a la reduplicación de cerebros. Más de uno debe de haber abandonado
el recinto de la Gran Velá opinando que si Roy Estrada es capaz de hacer tantas
cosas entonces está bien que haya uno cerca para salvar a sus hijos de ser por
ejemplo atropellados por un camión, razonamiento éste cuando menos
desconcertante si tenemos en cuenta que el verdadero Roy Estrada jamás ha
aparecido en público. PERO ÉSE ES EL PODER DE LA PALABRA. El poder de la
palabra y la palabra del poder, la cual fluye a través de la firme y varonil
dicción atribuida al Órbice de EDUC y la aún más firme y varonil saturación
de potentísimo y avanzadísimo equipo estereofónico magistralmente dispuesto
en el espacio entre desolados huecos de silencio imperativo y enfático como el
de Los Bermejales del Futuro, a la manera en que allí se alineaban las fotografías
de aquel supuesto superhombre nada nietzscheano. Así, frases como “CUANDO UN
CUADRO PINTADO POR ROY ESTRADA SE EXHIBE EN EL MUSEO DEL PRADO, ES QUE ESE
CUADRO ES OBRA DE ROY ESTRADA”, “CUANDO YO SALVO A UN NIÑO DE MORIR AHOGADO
ES QUE ESE NIÑO SE HUNDÍA EN EL AGUA Y YO LE FUI A RESCATAR” o “SI YO DESVÍO
UN ASTEROIDE A PUNTO DE ESTRELLARSE CONTRA NUESTRO PLANETA, ESO SIGNIFICA QUE YO
HE MODIFICADO LA TRAYECTORIA DEL ASTEROIDE”, que además tienen la ventaja de
no ser mentira, captan de inmediato a esa tipología de individuo propenso a
odiar a los débiles de tanto buscar sin éxito un hueco entre los fuertes. Si
Roy Estrada es poderoso, ¿qué importa que exista o no? ¿Qué importa que diga
algo o no diga nada? Lo que sí importa es que EL ENGENDRO en pleno ya ve
marchar a los tercos, cejijuntos y bien establecidos discípulos del Órbice, tu
vecino y el tuyo y el tuyo y el tuyo, en pos de la victoria final, completamente
autónomos en su disciplina legionaria. Sus
frases y proclamas carecen de la más mínima articulación lógica, pudiendo
ser del tipo “CIANURO PARA LOS GATOS CALLEJEROS”; cuidado con ellos, sin
embargo, pues en un momento dado te pueden retratar como degenerado hipócrita
usando simplemente de la palabra; cuatro añagazas dialécticas, y no más,
poseen, pero esas cuatro las dominan como la tapa del delco de su automóvil.
Roy Estrada sabe cómo dirigirse a ellos, sabe de su pavor a ver reconocida su
debilidad; quizá sea esto lo único que sepa quienquiera que se oculte en Texas
bajo ese nombre, y no bucear en las profundidades abisales o manejar helicópteros.
Por
las noches, el ejército de discípulos de Roy Estrada se dispersa por la ciudad
en busca de víctimas. Éstas casi nunca son capaces de intentar una defensa,
mucho menos cuando las huestes royestradiles siempre atacan juntas. La media de
edad de éstas resulta ser algo más avanzada de la que se les supone a unos
combatientes, pero su perenne superioridad en número y en medios acaba
invariablemente imponiéndose. Sin embargo, el ejército de Roy Estrada niega de
manera sistemática su implicación en la batalla y, de ser ésta evidente,
manifiesta que la AGRESIVIDAD del adversario no le dejó otra opción que
aplicarle un severo correctivo. Preguntados acerca de qué gestos del a la
postre derrotado fueron interpretados como agresivos, los cruzados del Coórbice
se encogen de hombros y responden como si fuera la cosa más evidente del mundo:
“Ah, es que era ÉL, era nuestro ADVERSARIO. Si eso no es ser violento...”
Las
partes que lucen una tipografía diferente pertenecen a un cortometraje que
proyectábase sobre una pantalla Imax circular insertada en una cúpula anexa a
las instalaciones royestadiles, con capacidad para albergar a unas 2.500
personas sentadas y otras tantas de pie. EL ENGENDRO siguió atónito el
desarrollo del peliculastro mientras a su alrededor los niños batían palmas y
señalaban a sus padres, también allí presentes, las imágenes que más les
encandilaban. Para hacer comprender mejor nuestra consternación mencionemos que
LA SALA ESTABA LLENA. Para hacer comprender TODAVÍA MEJOR nuestra consternación
y convertir ya del todo esta crónica en un relato de inefable tensión psíquica,
apuntemos que el montaje del corto era en todo similar al de los reportajes de
“Informe Semanal” que muestran a los españoles la “humanitaria” labor
de los cascos azules de la ONU en Kosovo (como que lo había realizado el mismo
equipo técnico, que a donde no llegue la liquidez de Roy Estrada...).
La
batalla, en fin, terminó sin que el Órbice de EDUC pudiese cobrarse un triunfo
más en su supuestamente larga lista; su abrumadora superioridad en número y
recursos no le sirvió de gran cosa ante un oponente aún con enorme capacidad
de sorpresa pero por contra ducho en las artes de la subversión (lúdica) como
era EL ENGENDRO. Hábiles somos también en esquivar batallas sin sentido ni
oportunidad, de forma que Roy Estrada no pudo confrontarnos en campo abierto; de
espionaje era nuestra labor, para eso nos habíamos pertrechado, y nuestras
averiguaciones en campo enemigo son lo que leéis. Pero ello no empece para que
el día señalado atraigamos a Roy Estrada a nuestro terreno y lo
desenmascaremos intelectualmente, después de lo cual su rostro hasta el momento
incólume será derretido por el calor del sol del que con tanta precaución se
protege.
Tras
enhebrar en su cerebro colectivo este desahogo verbal, imprescindible en
aquellas circunstancias, EL ENGENDRO en pleno evacuó definitivamente el cortijo
royestradil y se dirigió a la parte de la Gran Velá que con más propiedad
pudiera ser llamada cortijo y también Gran Velá; aludimos por supuesto al
espacio expositivo aquí encomendado a la presidenta de la asociación Conchita,
o mejor dicho al célebre biblista Castillo García, M., encargado del diseño y
concepción de la cuota parte conchitil en aquella feria. Se veía a las claras,
sin embargo, que los estudios bíblicos de don Manuel no debían de dejarle
demasiado tiempo para quehaceres más urgentes y contemporáneos, pues el sector
de la Gran Velá asignado a mamá Conchi parecía tan planificado como una
tormenta tropical. Debió ocurrir que la atenta lectura del Deuteronomio y del
Eclesiastés convenció al renombrado erudito pontificio de que dios prefería
una solución simple y tradicional para las áreas conchitiles de la Gran Velá;
sintiéndose de esta forma encargado de una misión celestial, don Manuel inició
entonces la construcción de una feria de pueblo. Pero como además de la verdad
del dogma también está la verdad de los Coórbices, no fue exactamente una
feria de pueblo lo que le salió, sino un concentrado rústico-reivindicativo-caótico
que por conveniencia momentánea definiremos como AMALGAMA XENÓFOBA MILITANTE
VOCINGLERA, esto último por el volumen a que se emitía la única canción que
en TODO momento se pinchaba en TODAS las casetas, que en este caso eran dos:
“Maldito duende” de Raphael y “Maldito duende” de los Héroes del
Silencio.
Miles
de olores, colores y sabores distintos parecían asaltar al visitante de la
amalgama xenófoba militante vocinglera a cada pisada de suelo de albero; miles
de olores, colores y sabores distintos pero todos parecían el mismo. Había
millones de artículos a la venta en los cientos de puestos que abarrotaban el
sector conchitil; sin embargo, al descubrimiento de que todos los puestos eran
iguales seguía la constatación de que todos vendían lo mismo. Y todo más o
menos similar: miles de conversaciones diferentes, todas la misma; miles de
atuendos disímiles, todos el mismo, dos canciones dispares, las dos la misma. A
pesar de ello, EL ENGENDRO en pleno, habiendo catalogado entre aquel caos
algunos elementos de extremo interés, decidió usar a fondo el espacio libre de
cerebro que le dejaba la saturación de amanece tan pronto y yo estoy tan solo
que en aquel lugar se padecía y, como tantas otras veces, se aplicó a la
exhaustiva observación etológica de la realidad circundante.
Ya
metidos en faena y con nuestros oídos, ojos, nariz y capacidad de sorpresa
desplegados en toda su legendaria longitud (pero sin que nos notase nadie, dado
que somos pequeños), no pudimos dejar de constatar que nos estábamos
introduciendo en los peligrosos intestinos de la convivencia pequeñoburguesa, y
por ende jugándonos el pellejo como astronautas en la atmósfera jupiterina.
Porque a veces el riesgo anida sobre todo en aquello que aceptamos como
cotidiano; bien se sabe que la mayor parte de las víctimas conocen a su
asesino. Desde luego que a nosotros no dejaba de resultarnos familiar la mesa de
petición de firmas instalada en el exterior de una de las casetas y presidida
por una rotunda pancarta que informaba de lo que sus promotores querían
obtener. “CAMPOS DE CONCENTRACIÓN SÍ. AUNQUE SUENE POLÍTICAMENTE
INCORRECTO, LA MAYORÍA DE LA GENTE PIENSA COMO NOSOTROS”, no se recataban en
afirmar. No nos quedó claro si dichos campos habían de albergar a demandantes
de viviendas sociales, a inmigrantes, a desalmados sin higiene ni comportamiento
cívico, a combatientes enemigos o a todos ellos a la vez, y los encargados de
la mesa petitoria, cuyas caras nos sonaban vagamente porque podían ser
cualquier cara, tampoco nos aclararon gran cosa; en el entanto acabamos en la
tesitura de tener que salir de allí por patas, ya que los postulantes
campoconcentracionistas opinaban que si preguntábamos eso es que igual merecíamos
que nos internasen.
Nos
relajó un poco la abundancia de iconos relacionados con el célebre biblista
Castillo García, M., que aquello por lo menos era risible, y no sólo por el
caudal de energía humorística que emana del inmortal poema épico “Carta a
un Engendro”, que el ínclito estudioso escribió y recientemente desempolvó
para arrojárnoslo a la cara, sino también por el picaresco comportamiento de
don Manuel, en teoría impropio de un sabio tan universalmente respetado y
reconocido, no se puede calificar sino de extremadamente charilla el que una
persona encargada de la organización de un evento aproveche éste para colocar
imágenes y textos suyos hasta en la piel de las hormigas que corren por el
albero. Por no hablar de lo desolador que nos resulta a los que amamos el
conocimiento y la ciencia el ver a un eminente y acreditado catedrático,
miembro de la real academia, mostrarse a las masas como una mezcla de Simeón el
Estilita y Octavio Aceves, capaz de sanar por imposición de manos, predecir
“científicamente” el futuro escogiendo al azar pasajes de la biblia y
asegurar el descanso eterno a quien le ofrezca dádivas suficientes (esto último
suponemos que por consejo de Roy Estrada, que debe de haber tomado buena nota de
cómo lo hacen allí en Texas). Pero ¿cómo en estos tiempos de recuperación
de lo trascendente y lo irracional puede un movimiento político aspirar a la
dominación absoluta negando el hecho religioso, ya sea éste el litúrgico o el
esotérico? El PREC así lo ha entendido, creando entonces su propio culto, tan
oficial como el del Wojtyla y tan chamánico como Aramis Fuster, que se
caracteriza por entender las religiones mayoritarias como demasiado favorables a
las viviendas sociales. Verdad es que no todos los partidos políticos ni
asociaciones de vecinos ‘pueden presumir de tener a un célebre biblista como
Castillo García, M. (ni sobre todo a un mecenas como Roy Estrada) en sus filas,
pero tampoco reviste especial mérito la hazaña, que cuando no se tiene ni vergüenza
ni escrúpulos todo es más fácil.
AMANECE
TAN PRONTO, Y YO ESTOY TAN SOLO...
Era
de destacar, por otro lado, que la abundancia de varones playeros de edad
avanzada aunque no provecta que derramaban sobre sus boquinos cerveza en vasos
de plástico y carne con tomate en platos desechables ofrecía una impresión
engañosa del parque de xenofobia y ocio por don Manuel diseñado, pues hacía
pensar que era igual que otros lugares, y aquello no era del todo cierto; tan sólo
SE PARECÍA a otros lugares. Porque allí además SE VENDÍAN artículos, y además
de eso se MILITABA, y la conjunción de ambas actividades destilaba retazos del
absurdo más incongruente, más genuino y más pegado a tierra que EL ENGENDRO
haya conocido desde que inició su accidentada andadura a través de un mundo
hostil a sus propósitos. Ahí estaban, por ejemplo, las obras de otro de los
ideólogos del movimiento, el vecino de Los Bermejales José Pablo Castellano
Martín, que para acreditar su condición de “buen andaluz” acostumbra a
salir siempre a la calle con traje regional (manchego, eso sí, como se puede
apreciar en la foto) y a entonar el himno de Andalucía en los momentos más
inesperados. Como los escritos políticos de este insigne teórico se reducen a
una carta al director del periódico ultramontano “Abc”, los vendedores de
mercancía callejera (sus puestos asimismo utilizados como plataforma propagandística,
ya que todos ellos exhiben un letrero manifestando que “YO SOY UN VENDEDOR
HIGIÉNICO Y CÍVICO QUE TIENE QUE PAGAR UNA CASA TODOS LOS MESES”) ofrecen
entre muebles de los tiempos de los seriales radiofónicos y otras mercancías
marujiles variopintas la fundamental carta al director al precio de 18, 50 €,
ineludible tratándose de uno de los manifiestos políticos más importantes de
nuestro tiempo, que deja obsoleto a “La conquista del pan”. También había
ejemplares del periódico “Abc” de Sevilla donde se publicó la fundamental
epístola, a 132,35 € el más económico, y copias autografiadas de la totémica
misiva a un mínimo de 276,29 € (barato nos parece después de todo; será que
José Pablo Castellano Martín ha puesto su ortografía a disposición del
bolsillo popular usando de la daliniana técnica de firmar debajo). No era pequeño
tampoco el surtido de números atrasados de “La Voz de los Bermejales”, esa
seminal publicación cuyas páginas albergan lo mejor y más elaborado del
pensamiento político-social del PREC, representado por firmas con tanto
prestigio como la de la propia Conchita Rivas (“en Los Bermejales hay ese espíritu
que nos llevará a que nuestro barrio sea grande y envidiado”), J. Hidalgo
(“La libertad debe ser limitada para poseerla”), o la de I.O.A., autor del
manifiesto “Los vecinos opinan”, otra de las piedras angulares de la
producción ideológica dadaismomaternalxenofobil; a EL ENGENDRO, siempre
dispuesto a nublar el juicio de sus lectores para que después se les aclare, no
le dolieron prendas en hacerse pasar por vecino de Los Bermejales para afanar
una copia del citado manifiesto, que gentilmente ofrecemos aquí a quien esté
interesado en calibrar el alcance de la amenaza.
AMANECE
TAN PRONTO, Y YO ESTOY TAN SOLO...
Es
oportuno mencionar que además había a la venta multitud de poemas épicos de
Castillo García, M. y una gran variedad de palas para recoger la mierda de los
perros.
AMANECE
TAN PRONTO, Y YO ESTOY TAN SOLO...
IMAGEN NO AUTORIZADA DE José Pablo Castellano Martín
Quedaba
intentar colarse en las casetas para examinar la sociología, el pulso y las
conversaciones de los miembros de la AAA que las atiborraban vaso de plástico
con cerveza aguada en mano; con plena conciencia del riesgo que corría al
infiltrarse en el núcleo duro de las huestes conchitiles, EL ENGENDRO en pleno,
sin quitarse para nada su disfraz de vecino de Los Bermejales, reptó sinuoso
hacia una de las muestras de arquitectura efímero-festiva meridional allí
levantadas, sólo para ser saludado calurosamente en su interior por decenas de
varones que momentos antes se abanicaban con el “Abc” (los más jóvenes y
progresistas, con el “Marca”) y de mujeres que momentos antes buscaban algo
de brisa en el “Hola” (las más jóvenes y progresistas, en el “Cosmopolitan”).
EL ENGENDRO en pleno reaccionó con perplejidad al pretendidamente afectuoso
recibimiento, pues nuestro disfraz “Vecino de Los Bermejales” no incorporaba
ni mucho menos un diseño específico para fomentar las relaciones humanas, más
bien al contrario; en un primer momento nos inclinamos por la posibilidad de que
el disfraz estuviera tan conseguido que nos habían tomado por el policía que
vive con la que es en su opinión SU ama de casa y su cocker en el 6ºA. Podía
ser, pero también podía ocurrir lo contrario, o lo contrario de todo o nada,
porque la euforia que definía los gestos que se dibujaban en las caras de las
gentes casetiles poco tenía que ver con el contenido puramente verbal de sus
conversaciones, que despojadas de la fanfarria facial eran muy similares a las
que sostienen los empleados con los clientes en cualquier oficina de correos. De
modo que EL ENGENDRO en pleno tomó nota de la impenetrable oscuridad ideológica
en que parecía moverse el núcleo duro de la facción conchitil del PREC, el
cual mostraba un comportamiento más propio de un grupo clandestino que de un
movimiento que a plena luz del día intenta capitalizar los anhelos y
necesidades de tantos y tantos y tantos corredores de fincas. ¿Qué podía
significar aquella frase, “Nos estamos divirtiendo mucho”, a veces declinada
como “Qué bien nos lo estamos pasando”, evidentemente lejana aquí de su
sentido literal, pues el tedio era similar al de un partido de tenis? Sólo
después formulamos la hipótesis de que el mantra “Qué bien nos lo estamos
pasando” debía de hacer allí las veces de santo y seña; esto ocurrió en el
momento en que lo que probablemente fuera el comité central del PREC(C)
(Partido de Roy Estrada y Conchita, sección conchitil) pasó a discutir el
problema de la delincuencia, al que se refirieron con frases que poco tenían de
crípticas; “ANTES TAMBIÉN HABÍA GENTE MALA, PERO NO HABÍA DILINCUENTES. LO
QUE PASA ES QUE TAMPOCO HABÍA MOROS”, profirió uno olvidando la ola de
inseguridad ciudadana de principios de los ochenta, olvidando la historia,
olvidando el sentido común, olvidando la dignidad humana. “ES QUE YO NO TENGO
NADA EN CONTRA DE QUE VENGAN NEGROS Y DE ÉSTOS RUSOS, ¿CÓMO SE LLAMAN?...ESO,
POLACOS, PERO LOS MOROS Y LOS GITANOS NADA MÁS QUE VIENEN AQUÍ A ROBAR Y A
LLEVÁRSELO TODO A MARRUECOS”, proclamó otro, de seguro ignorante de las
diferencias semánticas entre los vocablos “moro”, “árabe”, “musulmán”,
“bereber” y “magrebí”. “NO TRABAJAN, SE PASAN TODO EL DÍA ALLÍ EN
EL INVERNADERO Y EN LAS CUADRAS ESAS DONDE VIVEN, Y ENCIMA PIDEN VIVIENDAS
SOCIALES. PUES LAS VAN A TENER, PERO EN UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN”, aseveró
otro individuo cuya desorganización mental sólo era igualada por su crueldad.
Desorientado como estaba ante tan conmovedores ejemplos de generosidad y
humanitarismo, EL ENGENDRO en pleno vióse obligado a despertar de nuevo a la
realidad y recordar que se hallaba en una feria de estilo andaluz en pleno
estado de Texas, diseñada por un veterano y reverenciado estudioso de
cuestiones bíblicas que había aprovechado la coyuntura para declararse chamán,
financiada por un multimillonario de rostro duro pero ignoto que usaba una
identidad robada a un semidesconocido músico de los años 60 y 70 para anunciar
que ÉL iba a salvar el mundo porque ÉL PODÍA...en fin, la prosaica y
convencional realidad de cada amanecer.
AMANECE
TAN PRONTO, Y YO ESTOY TAN SOLO...
EL
ENGENDRO en pleno, incapaz de rayar a la altura de mentes tan inclinadas al
altruismo y al desinterés y tan dotadas para el pensamiento político como las
de la plana mayor del PREC(C), decidió entonces dar por terminada su visita al
sector conchitil de la Gran Velá y Exposición Universal de San Juan y la
Virgen del Rocío, sita en Lubbock (Texas); en aquel mismo instante,
contundentes y disuasorios sistemas de amplificación vocal conminaban a los allí
presentes a fluir como ovejas hacia el acto que cerraba la jornada: el discurso
conjunto de Roy Estrada y Conchita Rivas en campo abierto ante la VECINDAD
BERMEJALIL, en el que los Coórbices harían entender al pueblo su programa a
través de apretones de manos rituales y abrumadora puesta en escena. Los ruidos
emitidos por los conductos sonoros en poder del PREC eran en un caso roncos y
aguardentosos como el tono de un capo de la mafia calabresa y en el otro cacofónicos
como doscientos anunciadores de perritos pilotos compitiendo entre sí, pero de
cualquier forma conseguían su objetivo; EL ENGENDRO pudo comprobar que no sólo
seres humanos sino hormigas, topos y escarabajos corrían hacia el tan señalado
lugar donde en pocos minutos habrían de aparecerse los GUÍAS DEL PUEBLO
TRABAJADOR Y CONTRIBUYENTE.
Según
todos los atlas geográficos, EL ENGENDRO en pleno se encontraba en aquel
momento en la mitad oriental de una extensión desértica que abarcaba varios
estados de ésos que a principios del siglo XXI eran presididos por un asesino
de vacas y humanos, otros tantos estados de México y unos cuantos sistemas de
detección de cuerpos humanos mediante sensores térmicos. Este desierto podría
albergar unos 560.000 barrios de la extensión de Los Bermejales si se
urbanizara completamente, con lo cual no le resultó difícil a Roy Estrada
encontrar por allí un emplazamiento para exhibir sus sueños de grandeza anti-anticapitalistas;
por obvias razones de coste (pues trasladar el séquito de Roy Estrada a Europa
[bueno, a Los Bermejales] resultaba cinco veces más caro que facturar a 15.000
vecinos de Conchita y similares en vuelos chárter con destino tejano), se eligió
un marco incomparable ubicado a dos kilómetros de la residencia oficial del Órbice
de EDUC; allí languidecía EL ENGENDRO en pleno bajo un sol coyotesco, sudando
la gota gorda y pagando las consecuencias de andar siempre metiendo las narices
en los acontecimientos que determinan la evolución del modo de vida occidental
contemporáneo. Era ya sin embargo demasiado tarde para rectificar, o quizá sea
mejor decir para caminar con zancadas mendicantes hacia la nada de la que
brotamos; cuando hace ya algunos meses elegimos ser EL ENGENDRO, lo elegimos con
todas sus implicaciones, entre ellas al parecer la de acabar algún día
sometidos por un azul cielo de repugnante perfección, pisando millones de
granos de arena, en los Estados Unidos, sin playa pero con veraneantes,
cansados, aturdidos y pendientes de escuchar un discurso tan previsible que bien
pudiéramos haberlo inventado nosotros mismos, ahorrándonos así la travesía
del Atlántico en ácido oleico. Sin abandonar ni por un minuto nuestro disfraz
de vecino de Los Bermejales, de todo punto imprescindible para la supervivencia
en aquel paraje silvestre, corrimos pues con el resto de
vecinos de Los Bermejales a ver y escuchar en persona a aquellos que
siendo exactamente iguales que todo el mundo son por alguna razón superiores:
LOS COÓRBICES.
Un
surtido, menos caótico de lo que parecía, de sillas de cine de verano y
butacones de palacio de congresos aguardaba a las hordas que creyéndose
honorables acudían allí con sus tarteras y sus atavíos de turista aburrido a
que OTROS les dijeran en qué consiste su honor. Los dos Coórbices, mientras
tanto, afianzaban su poder haciéndose esperar y esperar, enviando en su
reemplazo a un sinfín (porque a nosotros nos pareció que no se acababan nunca)
de conjuntos músico-vocales de índole flamencoide-degenerada, cantautoril-degenerada,
latino-paródico-degenerada y chimpunquerubinesca, características que en la
mayoría de los casos se daban a pares en un mismo grupo; EL ENGENDRO en pleno,
sin embargo, teniendo en cuenta tal posibilidad, habíase sometido antes de
viajar a Texas a tres meses de duras sesiones de entrenamiento en las terrazas
de verano que tras el deshielo suelen florecer a orillas del río Daugava, a
pocos kilómetros de nuestra sede en el exilio; allí, escondidos debajo de una
mesa cualquiera, aguantábamos como podíamos el efecto de los ritmos marciales,
imperativos y cocainómanos que hoy por hoy dominan las discotecas del centro y
este de Europa, y nos consolábamos con la ilusión de que la música española
no podía llegar a ser tan perfectamente pútridosintética. Como a veces
pecamos de excesivamente inocentes y confiados en el raciocinio de nuestra
especie, hubimos pues de soportar sin la debida preparación (aunque, ¿qué o
qué cosa podía habernos preparado para aquello?) unas tres horas de
inconcebibles contoneos, aullidos y caricias a la guitarra en playback a cargo
de, por ejemplo, Selena la Mulata Robótica, los Héroes del Silencio, la
Orquesta Palmito y Color, Joan Manuel Serrat, el Príncipe Gitano, Karina,
Raphael, Bob Dylan y las Voces Maduras del Políngano; añádanse los agravantes
de que actuaban de dos en dos (pues unos habían sido contratados por Roy
Estrada y otros por Conchita, Manuel Castillo García, I.O.A. o quienquiera que
fuese el alcornoque encargado de poner banda sonora a la cacofonía del PREC(C))
y de que todos ellos, después de declarar su incondicional e inquebrantable
adhesión a los principios y objetivos del PDCI, la AAA y demás (Bob Dylan
también), interpretaban el “Maldito duende” por duplicado, primero según
la adaptación de Enrique Bunbury y luego a la manera de aquel que profiriese el
exabrupto “Acuerrios” en infinitos programas de fin de año.
AMANECE
TAN PRONTO, Y YO ESTOY TAN SOLO...
¿Y
después, qué?
¿Es que Roy Estrada y Conchita no iban a aparecer nunca? ¿Es que no eran reales?, se preguntaba EL ENGENDRO en pleno, camuflado entre 15.000 vecinos de Los Bermejales que al parecer nunca se hacían esas preguntas, pues todos ellos batían palmas al unísono acompasados por secos golpes de bombo electrónico procedentes de alguno de los conjuntos músico-vocales anteriormente citados, no es menester recordar cuál. Dado que en esa misma décima de segundo EL ENGENDRO en pleno también se hallaba aplaudiendo sincopadamente en orden de pasar desapercibido entre la nutrida turba vecinil, una inquietante interrogación cruzó rauda nuestra mente colectiva ¿No podría ser que alguien más pensara como nosotros en aquella explanada? ¿Acaso no existía la posibilidad de que muchos, tal vez la mayoría, de los allí presentes no estuvieran en absoluto de acuerdo con el ideario, las fobias y las prohibiciones de la Asociación Aséptica Andaluza pero no se atrevieran a manifestarlo en público por creer que están solos en su discrepancia? Si ya es difícil negarse a ir a la playa cuando todos tus vecinos van, ¿qué decir de un viaje gratis a Estados Unidos? Por desgracia, esta prometedora línea de pensamiento fue yugulada por la sorpresiva y pirotécnica aparición en escena de los Coórbices, ante la cual EL ENGENDRO tuvo que aplicarse a estar en lo que estaba y posponer las metafísicas para después de la recogida de datos. Sucedió pues que un helicóptero al parecer pilotado por Roy Estrada descendió sobre el escenario, poniendo así en peligro las vidas de los que allí padecíamos (aunque eso a poca gente parecía importarle); una vez que el aparato hubo tomado tierra, la gigantesca plataforma escénica y discursiva desde la cual las cabezas de la estructura bicéfala del PDCI se habían de dirigir a SUS masas viose oculta por una colosal nube de humo, la cual se disipó con extraordinaria celeridad para dejar ver a un Roy Estrada que vestido de jefe de bomberos dedicaba a su enfervorizado público un gesto a la misma vez triunfante, tranquilo y firme. Después de que el escenario se viera de nuevo nublado por otra humareda aún más densa que la anterior, volvieron a dibujarse al fondo los contornos de la enérgica figura de Roy Estrada surgiendo de las tinieblas cual si poderoso caballero fuese, pero esta vez con traje azul, corbata y zapatos italianos, aunque sin variar ni un ápice su fría e imperturbable mirada. A la sazón, una mujer de mediana edad, una mecedora y una mesa camilla se abrían paso entre la multitud hacia el otro lado del escenario, llevadas en volandas por lo que llamaríamos un comando de apertura de linchamiento popular: un grupito de ocho o diez cincuentones con barriga y codos de bar, camisa de mangas anchas, expresión de tratante de ganado y gafas oscuras que no necesitaban de una palabra más alta que otra para abrirse paso entre sus iguales. Cuando la mujer de mediana edad (ni que decir tiene que no era Patti Smith) llegó por fin a donde la podía ver todo el mundo, el-local-se-vino-abajo, la coreografía preparada al efecto se desplegó en toda su perfección y todas esas cosas. Ahí estaban los dos para quien quisiera capturarlos en su memoria, estrujándose en calurosos e hipócritas abrazos de oso que quedarán por siempre grabados en la mente de quien aún conserve un mínimo de sensibilidad; entretanto, la máquina de aplausos funcionaba con precisión de escalpelo, supliendo cada bajada del volumen de las palmas producidas de motu propio por los allí presentes con una avalancha de aclamaciones sintéticas desarrolladas a partir de aplausos reales que alguna vez alguien recibió, no sabemos quién, no sabemos por qué. Las ovaciones artificiales, como no podía ser de otra forma, estimulaban al público a romperse de nuevo las manos y vuelta a empezar; el conjunto de los ciclos así generados duró unos tediosos quince minutos, permitiendo luego a Roy Estrada y Conchita afirmar en sus boletines internos y externos que “el público aplaudió espontáneamente a los Coórbices durante un cuarto de hora largo”. Cuando los dos autoproclamados líderes de masas consideraron que ya habían sido bastante vitoreados, sonó un trueno. Mejor dicho, sonaron dos truenos. Ese fue el momento en que EL ENGENDRO en pleno decidió que lo más conveniente era dividirse en orden de poder captar AMBOS discursos con alguna nitidez, ya que los dos Coórbices habían tenido a bien dirigirse a las masas simultáneamente; asimismo tomamos la determinación de retroceder a una distancia de un kilómetro y medio del escenario, por mor de conservar nuestros tímpanos en el estado en que se encontraban antes de llegar allí y poder seguir glosando en estas páginas la música que para bien o para mal nos cautiva.
“Habemus
Roy Estrada”. Bien sabemos todos los lectores de El Engendro, aunque el resto del mundo no se haya dado todavía por enterado, que no fue el Coórbice de bien rasuradas mejillas y pecho no tan rasurado el que introdujo en el lenguaje político elementos tales como la condensación, la síntesis, la sencillez y la bestialidad, aunque para el caso es lo mismo, pues seguro que el Órbice de EDUC ha usado de sus millones para adquirir la patente de estos elementos escénicos y asegurarse así ser la única persona en el mundo que los utiliza. Tal nos pareció a nosotros, desde luego, pues por lo que vimos nadie iguala a don Roy, quienquiera que sea, en capacidad de manipulación de las mentes crédulas que se apañan con un vocabulario de quinientas palabras, como tampoco nadie es comparable al señor Estrada en el aspecto cómico de dicha manipulación. No
hemos iniciado este epígrafe con la frase “Habemus Roy Estrada” por
casualidad, sino porque al muy megalómano se le ocurrió iniciar su
discurso con ese latinajo de eclesiásticas resonancias mientras a su
alrededor se disipaba el humo, como queriendo recordar a Moisés
saliendo de las aguas del Mar Rojo después de haberlo cruzado a pie
(aunque a nosotros nos recordó a Moisés saliendo de las aguas después
de haber estado a punto de ahogarse en el Mar Rojo por haberlo intentado
cruzar dando un paseo. Es evidente que nos falta fe). Tras la solemne
proclamación de que teníamos Roy Estrada (y para rato, nos temíamos
nosotros), el Coórbice se extendió sobre el significado del humo y del
latinajo que acababa de pronunciar con palabras como las siguientes:
“Cuando el papa muere, y ya está bien muerto, y cuando yo digo que
está muerto quiero decir que está muerto de muerte cerebral y de
muerte cardiaca, es decir, que no está en coma profundo, porque
entonces yo no diría que el papa está muerto sino que yo diría que
está en coma profundo, entonces, cuando el papa está muerto se elige
otro papa, porque si no no habría papa ya que si yo, y cuando digo YO
me estoy refiriendo evidentemente a Roy Estrada, si yo digo que un
muerto no puede regir la iglesia católica eso significa que yo, el Órbice,
he dicho que los destinos del catolicismo no pueden ser dictados por una
persona que ha fallecido, y también significa que si alguien es papa
eso quiere decir que no está muerto, porque entonces no sería papa.
Yo, el Órbice, he decidido que creo conveniente volver más tarde a
este punto, pero ahora yo, Roy Estrada, considero adecuado decir que
cuando un papa es elegido sale un humo blanco
del Vaticano, y eso yo, el
Órbice, lo sé, lo cual quiere decir que sólo el Órbice lo sabe. Ese
humo blanco se llama “fumata bianca” en italiano, expresión que
significa nada más y nada menos que “humo blanco”, porque a mí,
Roy Estrada, mis conocimientos de diversos idiomas, que si son míos
significa que soy YO el que conozco esos idiomas y no otra persona, me
permiten afirmar que “fumata” en italiano significa humo, y
“bianca” se traduce por “blanco” . Ese humo blanco, miserables
discípulos, es un humo que yo, Roy Estrada, considero que simboliza
todo el poder de la iglesia católica, de la misma manera que el humo
del que me habéis visto salir es como el humo blanco, porque cuando yo
afirmo que el humo del que me habéis visto salir es blanco es que yo,
el Órbice, he captado con mis sentidos que el humo del que he surgido
no es un humo normal y corriente, porque es un humo blanco. E igual que
el humo blanco que sale cuando se elige a un papa no muerto simboliza
todo el poder y la majestad de la iglesia católica, el humo blanco del
que yo he salido, y no hay la menor duda sobre ello
porque yo me he visto a mí mismo, a Roy Estrada, salir de él,
ese humo blanco, digo, simboliza el poder
y la majestad de nuestro partido y especialmente de su Órbice:
YO.”. Ni que decir tiene que a este revelador fragmento le siguieron atronadores aplausos producidos por todas las voluntades y los gigavatios de potencia que el dinero puede comprar; refirióse después Roy Estrada a la limpieza, oportunidad y capacidad que desde que chupaba placenta vienen caracterizando su acción política y la de su movimiento, aunque EL ENGENDRO lo conoce más bien por propuestas como la de reconvertir los hospitales en aparthoteles, puesto que “no hemos venido a este mundo a padecer enfermedades, sino a hacer turismo; de hecho, yo, el Órbice, proclamo que según estadísticas en poder del servicio de estudios y análisis de EDUC, estadísticas que no sólo son de EDUC sino que yo mismo, Roy Estrada, su Órbice, las he dado por válidas, y vosotros, mis repugnantes discípulos, tenéis la obligación de tener bien presente este dato puesto que yo nunca hubiera dado por válidas esas estadísticas sabiendo que eran falsas, dichas estadísticas, el dinero que la gente está dispuesta a pagar por hacer turismo no tiene comparación con el que pagarían por contraer enfermedades, luego el potencial de negocio del sector turístico eclipsa absolutamente al que pudiera desarrollar el sector sanitario. Me permitiréis ahora, oh despreciables discípulos, citar uno de los principios rectores de mi filosofía, de la de EDUC y de la de todas las organizaciones que me han proclamado Órbice; esta regla de oro, quizá el principio moral que más orgulloso me sienta YO, un hombre moral, de defender, dice así, y yo la digo así: “La voluntad del mercado es la suma de vuestras voluntades; Roy Estrada es la voluntad del mercado y la suma de vuestras voluntades”. Por eso, está claro que si existe un mercado potencial mayor para el turismo que para los hospitales es que vosotros no queréis hospitales, queréis turismo. Y yo y mis empresas hacemos nuestra vuestra voluntad”. Sorprende que tras haber dicho esto Roy Estrada se atreviese a afirmar que si su movimiento triunfaba se acabaría con la corrupción , pues “los políticos son corruptos porque necesitan dinero. Yo no soy un político, yo soy un hombre de empresa, yo soy como vosotros, yo no necesito dinero porque yo ya lo tengo, y cuando a mí me haga falta más yo sé muy bien cómo conseguir más”, frase acogida por la multitud y los altavoces con aplausos capaces de derribar un avión que tuviera la mala ocurrencia de sobrevolar el espacio aéreo del mitin. Llegó entonces la hora de abordar el tema preferido de cualquier político que se precie, aunque al parecer Roy Estrada no es político sino empresario; nos estamos refiriendo, cómo no, a las promesas electorales. Aquella fase del mitin parecía adecuada para que volviera la pirotecnia al escenario, como de hecho sucedió, ya que la escenografía royestradil era más previsible que el discurso de fin de año de su majestad el rey. El Órbice de EDUC, sin embargo, consiguió sorprender una vez más, a despecho de lo difícil que lo tenía; ya hemos perdido la cuenta de las veces que ha logrado don Estrada superar su propio listón de cinismo para asombro al menos de unas cuantas mentes conscientes, ya que no de propios y extraños. Dijo
el Órbice de EDUC ante un público que más que cautivado pareciera
cautivo: “ Yo tengo un sueño,
y si yo digo que yo tengo un sueño es que lo que yo, el Órbice, he
querido decir es que mientras estaba dormido tuve una visión que comúnmente
se conoce por sueño, y como yo, el Órbice, ni siquiera cuando estoy
dormido dejo de pensar en el bien común, que si yo digo que es lo mismo
que el mío propio es que yo quiero expresar que el bien común y el mío
propio se identifican, es decir, que son iguales, pues soñé que había
algunos de vosotros que se compraban un Ferrari, que es un coche que
cuando yo lo conduzco puedo decir que no es otra cosa que un Ferrari lo
que Roy Estrada conduce”. No nos pilló de nuevas esa última
idea, ya explotada en su famoso anuncio “Si yo voy en un coche sin
volante, nadie más está al volante”; el servicio de estudios y análisis
de EDUC debe de haber informado exhaustivamente a su Órbice acerca del
actual papel del automóvil como símbolo fálico no superado en esa
categoría por ningún otro objeto tangible, desde luego no por el bolígrafo
a pesar de su forma alargada y puede que ni siquiera por el propio falo.
No creemos que sea éste el momento ni el lugar para llorar la frustración
de EL ENGENDRO ante un mundo incapaz de escapar de la necesidad de una
panoplia de falos reales o inventados que ensombrezcan y esclavicen
nuestra humanidad; tan sólo queríamos contrastar estas sensaciones con
las de Roy Estrada, que no llora y que se mueve como pez en el agua en
este mundo fálico porque tiene el Ferrari más grande. Es entonces
necesario vivir todavía en la fase anal para tomarse en serio las
propuestas del Órbice de EDUC (otra cosa es que deban ser tenidas en
consideración no como propuestas, sino como amenazas), pero en tal fase
parecían andar, o mejor dicho gatear, la inmensa mayoría de los allí
presentes, pues aclamaron cual si fueran las ovejas de “Rebelión en
la granja” las siguientes frases: “
Por supuesto que no todos podéis triunfar, porque yo digo que triunfar
significa estar por encima de los demás, como yo estoy ahora por encima
de vosotros al ser yo, Roy Estrada, el Órbice y no serlo nadie más que
yo. Entonces, para que uno quede por encima tiene que haber otros por
debajo, y como ningún sucio moro, negro o caballo
va Y
eso fue nada. Terminada
la función, nos quedamos unos minutos sin verbo ni aliento, siendo
irremisiblemente arrastrados por la marea vecinobermejalil, que ahora
empujaba con todo su
número en una misma dirección, incontenible en todos ellos el deseo de
presenciar las competiciones de fútbol sala y futbito infantil,
juvenil, para adultos y para discapacitados físicos y psíquicos que
cerraban la jornada. Una afortunada casualidad, sin embargo, permitió
que nos reencontráramos con la parte de EL ENGENDRO en pleno que había
cubierto el discurso de la presidenta de la asociación Conchita; juntos
urdimos un plan para recuperar nuestra libertad de movimientos y escapar
así del destino que nos esperaba si seguíamos en medio de aquella masa
de lechuguinos, destino que muy bien podía ser el de ser condenados de
por vida a jugar al futbito dentro de una categoría especial para seres
de nuestra calaña. El plan era de lo más burdo, pero a la postre
resultó efectivo; consistía en asegurar haber constatado la presencia
del futbolista Ronaldo en un lugar situado en dirección contraria a la
vía de escape más cercana. Se le hubiera ocurrido hasta a Andrés
Calamaro (aunque, eso sí, después de la preceptiva
cura
de desintoxicación y humildad), pero lo cierto es que miles de hormigas
humanas deseosas de verse iluminadas por el supuesto resplandor de
algún famosete salieron de estampida en la dirección que queríamos,
dejándonos expedito el camino hacia el exterior de Los Bermejales del
Futuro. Nos quedaba aún salir de los Estados Unidos de América, que
eso nunca sabe uno hasta qué punto es posible ni si a día de hoy lo
hemos conseguido.
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Cuando seamos viejos de edad cronológica, que no de espíritu, contaremos a nuestros nietecillos engendriles que una vez recorrimos decenas de miles de kilómetros para oír hablar a una señora que hacía punto sentada en una mecedora. ¿ Y qué tenía que contarnos aquella mujer? ¿ Era acaso una trabajadora bengalí llegada a una concentración anticapitalista para testimoniar acerca de los abusos y atrocidades que allí cometen diariamente Nike y McDonald´s? ¿ Estábamos por ventura ante una sacrificada jornalera de las montañas de Guatemala, veintinueve años que parecen cincuenta y siete, doce horas diarias removiendo el ingrato terruño yucateco en la infundada esperanza de que allí crezca algún día una mata de fríjoles o de maíz, doce horas diarias durante todos los días de dieciocho años y los que vengan después, doce horas diarias para ver crecer a unos hijos que nunca crecieron pues los desaparecieron escuadrones antisubversivos de uniforme, y bajo ese mismo ingrato terruño yucateco yacen, declarados culpables de hambre subversiva sin haber cumplido los nueve años? Pues no, no era ésa la historia que íbamos a oír allí, aunque quizás se tratase de su reverso. Y es una historia que ojalá nuestros nietecillos engendriles no oigan nunca porque para entonces ya se nos haya olvidado; ello depende de que se vuelva o no a repetir. Porque la historia que contamos sucedió en Texas a principios del siglo XXI, pero hace tiempo que es reproducible en cualquier punto del futuro y en cualquier punto del espacio donde las panzas estén llenas y los espíritus vacíos. Pues sucedió, nietecillos engendriles míos, que la señora de la mecedora y del petit point había inventado un movimiento que EL ENGENDRO llamaba dadaísmo maternal xenófobo, aunque probablemente ella misma no entendiera el significado de tales palabras, porque antes de ser capaz de enardecer multitudes con su ganchillo esta mujer era una simple ama de casa que hacía punto en la intimidad, como todo el mundo. El problema es que parece que entonces sus ideas político-sociales eran las mismas de ahora; oscuro pasado el suyo, sin duda. Ahora bien, lo que nadie podrá quitarle nunca a Conchita Rivas es que se ha rodeado de asesores de imagen que no tendrán escrúpulos ni vergüenza, pero desde luego imaginación tampoco les falta. ¿ A quién podía ocurrírsele que durante el transcurso de una reunión política de cualquier clase un orador se pusiera a hacer punto en público y de vez en cuando levantar lo tejido como un trofeo entre las aclamaciones de los presentes? Bueno, pues EL ENGENDRO lo vio. Y lo cronometró, porque merecía la pena; veintidós minutos treinta y seis segundos seis décimas se tiró la ajada señorona enmerdando el noble arte del tejido artesanal de lana y ensuciando los más entrañables recuerdos de infancia de quienes elaboramos esta revistilla. Sí, es posible. Y la vitoreaban, de verdad que lo hemos visto. Es cierto, palabra de Engendro; si no lo es de manera literal, lo será de alguna otra manera. En algún momento debió de advertir Conchita Rivas, que así se hacía llamar la historiada maruja, lo limitado de las posibilidades de comunicación que ofrecía el punto de cruz, pues se decidió a tomar la palabra aun a sabiendas de que ni mucho menos era tan ducha en las ciencias de la retórica como en las del enhebrado de aguja. Intrépida como sólo puede serlo un anciano con las neuronas esclerotizadas o un joven que cree que no va a morir nunca, la señora Rivas se acercó al micrófono; los primeros vocablos que pronunció fueron para advertirnos a las claras del sofocante carácter maternal y mesiánico de su movimiento. “Queridos vecinos de Los Bermejales, un abrazo muy fuerte. Os quiero a todos mucho”, dijo. Y no
sólo no se calló, sino que prosiguió: “Estoy
muy contenta de que estéis todos aquí, como buenos hermanos. Ya se lo
decía yo a mi buena amiga Concha cuando estábamos las dos en la parada
del 34 para ir al Corte Inglés a mirar la moda otoñoinvierno, que me
compré allí esta falda que se parece a una que me compré para el
viaje de novios, que seguro que me va a quedar muy bien cuando yo esté
allí entre los políticos peleando para que nunca más pongan ningún
centro social ni en los Bermejales ni en ninguna parte. Bueno, pues lo
que yo le decía a mi buena amiga Concha es que aquí iba a venir hasta
gente que no es de Los Bermejales, y aquí os veo a todos, yo es que
nunca había visto tanta gente junta, ni siquiera cuanto tuve que
recoger cuatro mil firmas para dárselas al alcalde para que no
construyera el centro social, y me manché los zapatos de tacón recogiéndolas,
uy, unos zapatos que eran de cuando hicimos veinticinco años mi marido
y yo, unos zapatos preciosísimos...En resumen, que yo lo que le tengo
que decir a esos vecinos que no son de Los Bermejales y también a los
que no siendo de Los Bermejales sí lo son y también a los que son de
Los Bermejales, bueno, os tengo que decir a todos vosotros que no se vayáis
a pensar que aquí hemos venido nada más que a comer tortillita
y a beber cervecita y a pasar un gratísimo rato con los magníficos
grupos y artistas que nos han hecho disfrutar con su música. Mi madre,
que también abuela ha sido, porque yo tuve madre pero también tengo
abuela, y como mi madre fue abuela yo he sido madre y seré abuela si
dios quiere, lo decía con una frase muy buena: “Quien algo quiere
algo le cuesta”. Y a los que estáis aquí no se os ha dado comida
gratis; se os ha dado porque estáis conmigo en proteger que en Los
Bermejales y en todos los sitios de donde seáis vosotros vaya todo el
mundo limpio y se le note en el color de la piel que se lavan, que no la
tengan la cara negra y llena de porquería, vamos, que cuando Antonio
Molina era minero salía luego de la mina y estaba hecho un primor, que
parecía que acababa de hacer la primera comunión el niño, más guapo
que un San Luis, y esta gente que no baja a la mina y que no se tiene
que manchar las manos del carbón está siempre con la cara que parece
que la tienen de hollín del de las chimeneas... Yo es que no lo
comprendo”. Corroborado de esta manera el carácter rabiosamente dadaísta e iracundamente xenófobo, amén de militantemente ceporro y analfabeto, de la formación política o lo que sea nucleada en torno a la emperifollada ex ama de casa que cual gárgola de dieciséis cabezas imperaba sobre el escenario, El Engendro se fijó en un pequeño y estúpido detalle que sin embargo hacía la escena mucho más aterradora si cabe: al subrayar y enfatizar los puntos principales de su discurso, la señora Rivas se agitaba y convulsionaba de una manera que el célebre biblista Castillo García, M., si no adoleciera de perenne falta de espíritu crítico, hubiera calificado de representativa de la posesión diabólica. Blandiendo las agujas de punto como Rosa Luxemburgo blandía la bandera roja en dirigiéndose a los obreros de Berlín, la presidenta de la asociación Conchita confirmaba nuestros peores temores: NO ERA UNA POSE. CONCHITA RIVAS CREE DE VERDAD EN LO QUE PREDICA. A pesar de ello, hay una rueda de molino con la que El Engendro no piensa comulgar de ningún modo; se trata del dibujo de guaridas de rufianes del tipo del PREC como si fueran movimientos surgidos del pueblo y entregados a expresar el sentir del pueblo, la voz del pueblo, las demandas del pueblo, los cojones del pueblo. De ninguna de las maneras, Conchita. Tú no eres una trabajadora guatemalteca; EL ENGENDRO sabe que tu respuesta será que los guatemaltecos no trabajan, que no van limpios y que no tienen un comportamiento cívico, y ahí demostrarás que no eres una trabajadora, ni guatemalteca ni de ninguna parte, pues tus ademanes, palabras y collares te distinguen a las claras como miembro de la PEQUEÑA BURGUESÍA, ese grupo social que tantas veces se ha hecho pasar por el pueblo, acabando con él como el que no quiere la cosa. No obstante el disfraz, o precisamente a causa de él, Conchita se vio en el trance de declarar su pertenencia al pueblo (antes se decía “a las masas oprimidas”; ahora se dice “a los contribuyentes” o directamente “al Partido Popular”), papeleta que resolvió de un modo bien que innovador, nada extraño tratándose de una mujer tan talentosa y creativa, aunque EL ENGENDRO acogió esta parte del discurso aguantándose la carcajada como los soldados de Pilatos cuando oyeron que su jefe tenía un amigo llamado Pijus Magnificus (Biggus Dickus en la versión original en inglés), nada extraño tratándose de una mujer tan lamentable y zopenca. Aconteció pues que esta galvanizadora del sentimiento excluyente de los suburbios invitó a subir a su pedestal-mesa camilla a nada menos que el célebre biblista Castillo García, M., I.O.A. , E.N., Nicolás Torres, Concha Muntané Rubio, Comercios Anunciantes, José Pablo Castellano Martín, la Reina Juvenil de la Velá y Pepe Moreno, al que presentó como “ese gran bailarín, vecino de Bellavista, que cautiva a todo aquel que tiene la dicha de contemplarlo”. El autor del inmortal poema épico “Carta a un Engendro” fue presentado como “ese gran bibliotecario, primer vecino de Los Bermejales, que está ahora leyendo muchos libros del deuteromonio y del profeta Mesías y que dentro de poco nos arreglará el horóscopo a todos”. La totalidad de los contertulios, incluyendo por supuesto a la Reina Juvenil de la Velá, parecían tener entre 48 y 70 años, y entre ellos destacaba especialmente José Pablo Castellano Martín, pues lucía en aquella ocasión un traje regional manchego con bordados de extraordinaria calidad, obra del afamado artesano tomellosino Tiburcio Barragán Cuesta. No fue sin embargo el famoso promotor de campos de trabajo quien tuvo el honor de que le fuera concedido el privilegio de iniciar la conversación, sino el célebre biblista Castillo García, M., que durante una hora y media estuvo refiriendo a los presentes la historia de Los Bermejales desde que en 1953 él, convencido de que había hallado la ubicación exacta del huerto de Getsemaní en un terreno inundable situado en lo que era entonces la ribera del río Guadaira, montó en aquel lugar una tienda de campaña del ejército español y, llevando en ristre un Cetme que había heredado de su tío el teniente coronel Celedonio Castillo, fallecido de difteria cuatro años antes, se aprestó a defender su posición del ataque de otros biblistas que quisieran arrebatarle los hallazgos que legítimamente le pertenecían. Cuarenta años estuvo habitando Castillo García, M. bajo un toldo de lona junto a un río hasta que en 1993 se construyeron en el lugar los primeros bloques de viviendas; este prolongado periodo eremita podría explicar las actuales tendencias esotéricas del respetado bibliólogo, a priori bastante extrañas dada la acrisolada tradición positivista y experimental que caracteriza a las ciencias de la biblia. Especialmente jugosas parecieron a EL ENGENDRO las evocaciones de la crecida del Guadalquivir de 1962, que anegó por completo la zona donde Castillo García, M. había levantado su tienda; carecemos de espacio aquí para dar cuenta de las delirantes explicaciones que dio el célebre biblista a la pretendida salvación de su pellejo, su tienda y sus legajos de la furia de las aguas del río, salvación que EL ENGENDRO considera manifiestamente improbable si tenemos en cuenta lo que la ciencia sabe sobre inundaciones. No tiene importancia, así es más paranormal, eso es lo que se lleva ahora, debía estar pensando Castillo García, M. mientras peroraba sobre cómo su supervivencia tras la riada demostraba cuan alta era la estima en que el altísimo tenía el suelo, la sangre y el sagrado territorio de Los Bermejales, que debía ser defendido por sus católicos moradores hasta con la última gota de su esperma y sus glóbulos rojos si fuera menester. EL ENGENDRO da fe de que el renombrado escolástico profirió casi toda su soflama transfigurado en una criatura de labios espumantes a medio camino entre Mussolini y William Wallace, de modo que en numerosas ocasiones creímos que el ilustrado arcipreste no iba a ser capaz de finalizar su enérgico parlamento sin que se le cruzaran en el camino algunas enfermedades coronarias poco esotéricas, aunque EL ENGENDRO ha de reconocerle a Castillo García, M. el mérito de no levantarse de la mesa camilla ni aun en los pasajes más fogosos de su diatriba. El final del apasionado discurso del célebre biblista Castillo García, M. fue seguido por un sorbo de café tragado a un tiempo por la totalidad de los contertulios, tras lo cual todos ellos masticaron pastas de té y tortas de Inés Rosales y EL ENGENDRO bostezó, aunque su perfectamente diseñado disfraz de vecino de Los Bermejales impidió a los no disfrazados la percepción de tal herejía. Tomó la palabra entonces José Pablo Castellano Martín, quien puso el dedo en la llaga; dijo el del traje regional tomellosino que los inmigrantes se quejaban de vicio, pues un campo de concentración tampoco se diferenciaba demasiado de los actuales asentamientos ejidenses de mano de obra barata. Apostilló este fino y sensible analista político que tal naturaleza quejumbrosa de los extranjeros pobres se debía a que intentaban invadirnos haciéndose pasar por gente como nosotros (como ellos), justamente como en una película de los años cincuenta que él llamaba “La invasión de los anticuerpos”. Hubo acuerdo general sobre ese punto, pero la Reina Juvenil de la Velá dijo que el perfume de Armani era mejor que el de Calvin Klein. Corrigióle entonces la presidenta de la asociación Conchita, que demostró una vez más su sobrada formación cultural y política con palabras como éstas: “Pues el Calvin Klein ése olerá muy bien, pero pinta unos cuadros muy raros, todos azules, que los vi yo en un libro muy bien encuadernado que me trajo mi cuñada de cuando fue al Eurodisney, que, hija, será muy bien reconocido y todo lo que tú quieras pero yo prefiero a mi Julio Romero de Torres y a mi Bartolomé Esteban Quevedo”. Tuvo también Conchita unas palabras para José Pablo Castellano Martín, palabras que completaban y perfeccionaban la ya de por sí constructiva aportación de este famoso comentarista llevándola a un lugar equidistante entre el electroshock y el Tranxilium 500. Proclamó la jefa de tribu de Los Bermejales: “No, Pepe, no lo has dicho bien, no se dice así. Lo que tienes que hablar es que nosotros somos un partido que derrama amor, mucho amor, como Cristo nos dio, y como amamos a todos los inmigrantes y a los gitanos, pobrecitos, queremos amarlos a distancia, como la tele, porque si estuvieran aquí no lo pasarían muy bien después de la que se ha montado”. Fue muy aplaudida esta puntualización, después de la cual Conchita prosiguió por el mismo camino, a pesar de que alguien debía de haberle advertido de que se internaba en terreno minado. “Pero vosotros, vecinos de los Bermejales y de más allá, no vayáis a creer que a vosotros no os amamos, a vosotros os amamos más porque ayudáis a la Asociación y trabajáis para ella, y porque sois como nosotros, y toda madre quiere más a sus hijos que a los hijos de otra madre, que yo he sido madre y lo sé, ¿eh?” La audiencia alcanzó el delirio con esta facilona y primaria apelación a los sentimientos maternales de las madres racistas; el estruendo producido dejó a EL ENGENDRO en un estado de conmoción cual el de una grulla al paso de un tren de alta velocidad por la antes aletargada campiña. Para cuando recuperamos el sentido el tema de discusión había cambiado bastante; se conversaba entonces, y no es broma, sobre la combinación de sabores que el pan frito y el jamón serrano producen cuando se mezclan con sopa de ajo, y si el filete de después ha de estar poco hecho, bastante hecho o muy hecho o ser sustituido por boquerones en vinagre. Como era de esperar, el tema se agotó pronto y EL ENGENDRO respiró aliviado, pero no dura mucho la alegría en la casa del pobre; con las defensas bajas estábamos todavía cuando oímos que los allí presentes iniciaban un repaso y puesta en común de las dolencias y achaques que padecían ellos y sus amigos y parientes cercanos (y lejanos, que para el caso es lo mismo). Fórceps, bisturís y radiografías entraban y salían de la conversación, corroyendo el poco sentido de la realidad que podía quedarnos y postrándonos en un estado de semiinconsciencia, semisenilidad y semiconchiteidad del que despertamos repentinamente cuando oímos a los contertulios convenir que no había peor enfermedad que el don de lenguas; el célebre biblista Castillo García, M. puso toda la carnaza
de su saber eclesiástico en el asador para
corroborar que el don de lenguas era el más claro signo de
posesión diabólica y apostillar que según sus investigaciones dios sólo
hablaba un idioma, el hebreo antiguo, y que el supremo hacedor no se
molestó en confundir a los constructores de la torre de Babel para que
ahora le enmendáramos la plana aprendiendo lenguas extranjeras. La
Reina Juvenil de la Velá estuvo de acuerdo con ellos, pero Comercios
Anunciantes discrepó de esa tesis en nombre de las academias de inglés
de Los Bermejales. Conchita Rivas zanjó entonces la discusión
afirmando con autoridad: “Vale,
en Los Bermejales la gente se pone mala, pero en otros sitios se pone
mala más veces”. Alguien balbuceó entonces una torpe excusa
para terminar la conversación y todos se levantaron, cogieron sus
bolsos y enseres y se despidieron de modo que EL ENGENDRO sólo puede
calificar de obscenamente estereotipado. Conchita se despidió del público
asistente insultándoles con un “Os
quiero”
y por si fuera poco un “Nunca
os fallaré”
aprendido con toda seguridad en operación triunfo, y los diez agudos y
clarividentes contertulios se volvieron por donde habían venido, y eso
fue todo. Y
eso fue nada. Terminada la función, nos quedamos unos minutos sin verbo ni aliento, siendo irremisiblemente arrastrados por la marea vecinobermejalil, que ahora empujaba con todo su número en una misma dirección, incontenible en todos ellos el deseo de presenciar las competiciones de fútbol sala y futbito infantil, juvenil, para adultos y para discapacitados físicos y psíquicos que cerraban la jornada. Una afortunada casualidad, sin embargo, permitió que nos reencontráramos con la parte de EL ENGENDRO en pleno que había cubierto el discurso de Roy Estrada; juntos urdimos un plan para recuperar nuestra libertad de movimientos y escapar así del destino que nos esperaba si seguíamos en medio de aquella masa de lechuguinos, destino que muy bien podía ser el de ser condenados de por vida a jugar al futbito dentro de una categoría especial para seres de nuestra calaña. El plan era de lo más burdo, pero a la postre resultó efectivo; consistía en asegurar haber constatado la presencia del futbolista Ronaldo en un lugar situado en dirección contraria a la vía de escape más cercana. Se le hubiera ocurrido hasta a Andrés Calamaro (aunque, eso sí, después de la preceptiva cura de desintoxicación y humildad), pero lo cierto es que miles de hormigas humanas deseosas de verse iluminadas por el supuesto resplandor de algún famosete salieron de estampida en la dirección que queríamos, dejándonos expedito el camino hacia el exterior de Los Bermejales del Futuro. Nos quedaba aún salir de los Estados Unidos de América, que eso nunca sabe uno hasta qué punto es posible ni si a día de hoy lo hemos conseguido.
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Epitafio
Allí,
en Lubbock (Texas), pero también en todas partes, o casi, allí donde haya una
casa con garaje o un parking subterráneo yacen los sentimientos, las
conciencias y los entendimientos de miles de millones de individuos convertidos
en tiestos de geranios con espinas de cactus por el resto de sus vidas. EL
ENGENDRO en pleno, en todo momento atónito, contempló de qué obscena y
agresiva manera estos cadáveres se revolvían, agitaban, convulsionaban y
desenmascaraban a la voz de mando de un encantadorcillo de serpientes que tiene
la cualidad de hacer de la nada órdenes (porque, no lo olvidemos, es él quien
paga). No es el triunfo de la voluntad como les gusta afirmar a Leni Riefenstahl,
a David Brisbal y a Jaime Mayor Oreja; se trata en realidad del triunfo de la
venganza, el chismorreo y el miedo, todos juntos en un mismo potingue
insufrible, mezclados en sabia proporción para que no huelan y puedan pasar por
asépticos, Asociación Aséptica Andaluza, asépticos como los fármacos que se
suministran a los condenados a muerte para que duerman. En aquel balcón hay un
señor que lee el periódico; en el balcón vecino hay otro señor que se
inyecta el periódico en el cerebro por vía intravenosa. Probablemente el
primer señor también haga lo mismo; debe de ser extremadamente difícil para
él enfrentarse a las afiladas críticas, mal regurgitadas del diario y
endurecidas por el camino de la amplificación vocal, de su vecino y de ochenta
y siete vecinos más que se le unieran. Estos lectores de periódico, sin
embargo, no tienen la sutilidad y el sibilino decir sí como queriendo decir que
no de los políticos de carrera; por eso los necesitan para descargar toda su
rabia sobre el objeto de su odio (EL DÉBIL) sin que éste huya.
El mundo respira hoy aterrado ante el afán de conquista y aplastamiento de aquellos que por encima de todo aman sus posesiones, aquellos que han decido que a partir de ahora son los fuertes porque son muchos y tienen, y que LOS QUE SON POCOS Y NO TIENEN van a pagarlas todas juntas, van a comerse todos los relojes de fichar que hay sobre la tierra. Las apacibles abuelitas que se sientan juntas a tomar café y dulces monjiles (té con pastas en otras culturas) han encontrado el poder para imponerse y asesinar que antes su edad les negaba. Su herramienta es el dadaísmo maternal xenófobo, un dadaísmo que no quiere una explosión cultural sino una implosión cultural, no un estallido que salpique las caras ceñudas con materia artística de naturaleza pringosa y preguntona sino una reconcentración que succione todo el oxígeno de nuestra atmósfera para que el que se haya quedado en el exterior no pueda respirar más. Ya no vale obedecer, porque tenemos el potencial de la desobediencia, y eso nos marca a sus ojos; recuérdese a los Accidents Polipoetics y su dialéctica sobre los guiris negros, judíos y mondongos y quienes se oponen a ellos porque quieren ver la supremacía de su bandera, su país, su sofá cama, su puesto de funcionario y su color de piel. En cualquier caso, no es apropiada ahora una rendición cobarde y lastimera a las fuerzas del odio, del oscurantismo transgénico y del limpiasuelos anunciado por televisión; no, no volveremos a casa por navidad, ahora no. Mañana tampoco. En nuestra modesta opinión es por el contrario aconsejable releer todo lo anterior y formularse las interrogaciones que sean oportunas para urdir una estrategia de combate contra quien nos está intentando remodelar la mente, corroer nuestra autoestima y decidir quién será la víctima de nuestros peores sentimientos. Porque nosotros nos proclamamos adultos; no necesitamos madres xenófobas ni padres que nos den seguridad con el vacío. NADIE LOS NECESITA.
MONDONGO
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