SAMLA MAMMAS MANNA: KLOSSA KNAPITATET

 

Volumen recomendado: Más bien atronador, como decía el ayudante de Pilatos en la vida de Brian.

Momento propicio: Cuando un ánimo zascandil y juguetón os posea, o sea conveniente añadir un poco de ludismo a un ambiente plomizo.

Aunque a muchos oyentes desorientados así parezca, la preterición del legado musical de nuestro adorado Frank Zappa, olvido causado por la poca atención que prestó a la vestimenta a lo largo de su carrera y por haber empezado con veintiséis años, edad asaz provecta para iniciar una exitosa trayectoria como ídolo de jovencitas, no es universal; en tierras de Suecia, Dinamarca, Noruega y Alemania dejó el autor de “We´re Only In It For The Money” una impronta imborrable, siendo allí el primer (si es que no el único) músico en entrar en listas de éxitos después de haber grabado música concreta (para el que no haya tenido la suerte de disfrutarla, diremos que se trata de música clásica contemporánea pasada por un estudio de grabación donde se la somete a corte, pegado, aceleración, ralentización y demás perrerías; el resultado suele semejar los chillidos de 6.756 ratones de dibujos animados al despeñarse por una catarata, y nos gusta). Mas quizá sea más notable la huella del siempre joven Frank en los festivales dedicados a su obra que por allí se celebran, las continuas giras de sus antiguos músicos por aquellos países y sobre todo el eclecticismo en las influencias y el travieso sentido del humor de que hacen gala muchos de los grupos surgidos por esos Nortes desde finales de los sesenta.

Pero, siendo Zappa un músico, filósofo y humorista realmente inimitable (pues quien lo intente imitar se está diferenciando de él en lo más importante: la originalidad), es realmente complicado que su influencia pueda ser asimilada por individuos que la lleven a otro terreno distinto de donde creció; los Samla Mammas Manna, grupo sueco tan zappiano que uno de sus integrantes exhibe un juego de mostacho y perilla exactamente igual que el de ya sabemos quién, han conseguido tamaño logro y nos dejan con inconmensurable alegría en el corazón en escuchando su música. Pues la obra de estos virtuosos aparecidos en la apacible Escandinavia justo cuando empezaba a haber un 7 después del 19 no es ni mucho menos una fotocopia, siquiera simplificada, de ninguna de las fases por las que atravesó a lo largo de los años el polimórfico y polifacético hombre del bigote anguloso. En lugar de ello, los sonidos registrados por los Samla Mammas Manna destilan una alegría de vivir propia de un crío saltarín de los que se regocijan en hacer preguntas capaces de sacar los colores al adulto más circunspecto; Zappa, como es sabido, alardeaba por el contrario de una astucia intelectual de zorro viejo de vuelta de toda inocencia.  Y este es el encanto que caracteriza a los Samla Mammas Manna; su ludismo positivo, dichoso, que complementa al ludismo agresivo y polemista de Zappa como las dos necesarias caras de una misma moneda.

Ni que decir tiene que la ejecutoria musical de los Samla Mammas Manna es impecable; a lo largo de “Klossa Knapitatet”, los susodichos interpretan con pasmosa facilidad números que entran dentro de lo circense por dos razones: porque parecen música de circo y porque no están al alcance de muchos las habilidades musicales que hay que poseer para atreverse con ellos. El pianista, un tal Lars Hollmer, domina a voluntad las teclas y las pulsa con tal destreza que pareciera que tuviese veinte dedos y tres cerebros para coordinarlos; el batería, conocido como Hans Bruniusson, se maneja con el aparato percusivo de tal modo que se diría que es un pulpo quien se ha hecho cargo de los tambores. Mientras tanto, salta al oído que estos cuatro experimentados instrumentistas se lo están pasando en grande; se los imagina uno con una sonrisa que ni la de santa Teresa de Jesús en sus éxtasis de beleño, brincando mientras pulsan con sus certeros dedos sus máquinas de crear armonía. El estado del bienestar sueco es lo que tiene (sí, puede sonar a topicazo, pero es que la despreocupación de los Samla Mammas Manna parece ser tal que, siendo ellos músicos modestos, sólo es explicable si un sistema redistributivo eficaz e igualitario garantiza su derecho a no caer en la indigencia); por otra parte, en artistas como éstos se ve el fruto de una educación musical accesible y bien dotada y de una cultura de la libertad y la diversidad de la que más les valdría aprender a algunos. Definitivamente, “Klossa Knapitatet” es un gran disco para espetárselo a cejijuntos de toda ralea, cosa que El Engendro hará, no os quepa la menor duda.

 

 

 

 

 

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