TEMBLAD, MOROS Y MALEANTES
A todo oso hormiguero le llega su ministerio del Interior
Y no, no es que no sepamos de sobra que oficialmente Jaime Mayor Oreja, don Jaime para aquellos que le respetan (para nosotros, Jaime Mayor Oreja), dejó de ser ministro del Interior el 27 de febrero de 2001; como cualquier persona medianamente bien informada, estamos perfectamente enterados de que el individuo que aparece en el BOE como acaparador de tan elevada dignidad es un tal Ángel Acebes Paniagua. Pero no es tan fácil engañar a EL ENGENDRO, no; nosotros sabemos que el pétreo sujeto que monta sobre el caballo de piedra arriba exhibido seguiría siendo ministro del Interior aunque el impacto de un cuerpo celeste nos borrase de la faz del universo. No es sencillo apartar a un hombre de su vocación; también es a veces complicado encontrarle un acomodo fuera de su lugar natural, sobre todo si no ha demostrado competencia en otras lides que no sean aquellas en que dice ser experto. Este es el caso de Mayor Oreja, un hombre que nació para sentar sus posaderas de traje sastre en un sillón oficial. Pero no en cualquiera, que entonces sería un simple trepa, y trepas hay tantos que en elengendro.org nunca los podríamos alojar a todos (de hecho, el espacio de los trepas en nuestra página web está casi monopolizado por Pepe El Fregona, y disputárselo sería muy peligroso para aquel que se atreviese, que los cantaores murcianos son seres que tienen mucho de bullanguero y aún más de conflictivo); Jaime Mayor Oreja, en cambio, es un hombre de convicciones sólidas, y siempre supo que SU sillón oficial era el del del despacho del Ministro del Interior de España. Qué mal lo tuvo que pasar el pobre hombre en su infancia cuando se enteró de que los niños no pueden ser ministros; qué larga tuvo que hacérsele la espera hasta que al fin tuvo la edad, y qué duro debió resultar para él contemplar en su adolescencia a los grises reprimiendo manifestaciones y saber que era OTRO quien los mandaba. Cuánta incomprensión debió concitar cuando comentaba con sus amistades que se sentía llamado por la naturaleza a sustituir a Arias Navarro, Fraga, Martín Villa y otros que antes que él fueron la encarnación misma del poder policial y parecieron también ministros del Interior eternos, dejando en el camino muchos cadáveres políticos. Cuántas horas, cuánto esfuerzo y cuánta saliva gastada en convencer a propios y extraños de que nadie hay mejor que él en lo que a esgrimir la porra se refiere. Pero al fin lo consiguió, y a base de firmeza, tesón y leyes de extranjería hizo olvidar en poco tiempo a un tal Corcuera (¿qué habrá sido de él?), que con su ley de la patada en la puerta y su exquisito modo de tratar a los manifestantes anti-Expo el día de la inauguración de la olvidada muestra universal (fue en el 92, por si alguien no la sitúa) parecía haber situado el listón a una altura inigualable. Sin embargo, Mayor Oreja, hombre de pocas palabras e incontrovertibles hechos, dejó pequeños a sus antecesores desarrollando hasta el infinito tres ideas básicas:
1. ETA es mala. Yo estoy contra ETA, por tanto soy bueno.
2. Quien no está conmigo, está contra mí (y contra la sociedad, y contra ESPAÑA).
3. Los moros que se vuelvan a Marruecos, que es donde tienen que estar.
(Esta última nunca formulada de manera explícita pero sí repetidamente manifestada por la vía de los hechos)
Y con tan simple filosofía fue como Mayor Oreja se apoltronó en el ministerio granhermano durante cinco largos años, se convirtió en el político más popular de las Españas y se ganó un sitio en EL ENGENDRO por los siglos de los siglos amén. Pero la misma filosofía le habría de apear, al menos teóricamente, de su tan sudado sillón; con espíritu campeador se fue a tierra hostil a imponer su pensamiento hasta las últimas consecuencias y, mira por dónde, resultó que los que no estaban con él y por tanto estaban contra él eran más en número, y algunos incluso tenían razón, cosa que difícilmente se puede decir de él (aunque si se mira desde cierto punto de vista, ¿para qué coño le hace falta la razón a un ministro del Interior?). De esta manera pasó Jaime Mayor Oreja a la oscuridad y al ostracismo, pero EL ENGENDRO NO OLVIDA, aunque su sucesor ya haya hecho méritos con hazañas tales como la primera manifestación en que los policías tiran piedras y los manifestantes les contienen (Barcelona, 25 de junio de 2001), y otras posteriores igualmente inicuas pero más previsibles que le han aupado al olimpo donde sólo habita Él, que es uno y uno. (Pero ojo, el ministro del Interior sigue siendo Mayor Oreja).
¿Y en qué partes de elengendro.org se oculta el hombre de la estatua?
Pues por ejemplo en
"Los inmigrantes volverán con un pan bajo el brazo" ,espeluznante crónica de hechos algún día reales que revela de lo que es capaz un ministro del Interior cuando se empeña en resolver un problema.
También en "La ilusión viaja en patera", una no menos sorprendente crónica de vida social en la que queda claro que un ministro del Interior también tiene sentimientos, joder.
Asimismo, es difícil que un ministro tan versado en el control social pueda ser ajeno a los hechos relatados en
"Aznar prohibe hablar sin móvil",
noticia también oculta en las intrincadas veredas de elengendro.org.
El ministerio en el que durante largos años se eternizó el hombre-caballo de la foto es el responsable de
una campaña que abandona los clichés de la publicidad institucional española para dejar por fin las cosas claritas: ELLOS NO LOS QUIEREN VER AQUÍ NI MUERTOS.
Y la gran sorpresa: siguiendo los pasos de su sucesor, el circunspecto Mayor Oreja ha aceptado interpretarse a sí mismo en el capítulo 2 de "Al salir del trullo", el psicodrama adolescente que el público estaba esperando.
Al final, después de tanto texto quemaojos, una cosa está clara:
si nuestro australopithecus de la primera página fuera nombrado ministro del Interior, en dos meses sería el político más popular de España.
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